Los atascos también crecen
El viernes pasado volvió a atascarse la autopista 110, la que une Pekín con Tíbet. Estuvieron detenidos alrededor de 2.000 vehículos a lo largo de 30 kilómetros. No es gran cosa si se tiene en cuenta que el anterior atasco, que paralizó el tráfico durante 11 días, se extendió a lo largo de 100 kilómetros. Empezó el 14 de este mes y afectó sobre todo al tramo que va de Huaian, en la provincia de Heibei, a Pekín.
La circulación media llegó a ser de un kilómetro diario. Que es lo mismo que decir que allí no se movió nadie, y que no hubo más remedio que tomárselo con filosofía y toneladas de paciencia. La gente abandonó los coches y buscó maneras de entretenerse a la vera del camino. Los campesinos de las cercanías hicieron, por su parte, un buen negocio. "El precio de los fideos instantáneos se ha multiplicado por cuatro", observó un camionero. Y es que, ¿qué otra cosa se puede hacer en esas circunstancias sino comer y dormir?
La culpa de todo la tuvieron las obras de mantenimiento, que no pueden interrumpirse por el delicado estado de la autopista y que van a prolongarse hasta el 13 de septiembre. Así que todavía hay tiempo para algún atasco más. La autopista 110 es la más utilizada para abastecer a los 20 millones de habitantes de Pekín. Y ha ido a peor desde que se descubrieron grandes yacimientos de carbón en Mongolia: los camiones de gran tonelaje que lo transportan no tienen más remedio que circular por este camino.
Todo es mayúsculo en China y, por eso, también son mayúsculos sus atascos. El gigante asiático se ha convertido hace poco en la segunda economía del mundo después de años de crecimiento interrumpido. La prosperidad solo ha llegado, sin embargo, a una reducida parte de sus 1.300 millones de habitantes. Y los agraciados con el éxito quieren exhibirlo comprándose un coche. El año pasado, y a pesar de la crisis, la venta aumentó un 42% y se espera que este año los chinos compren 15 millones de vehículos.
La pasión por el coche es lo que mejor define la esencia del capitalismo. Así que los chinos se rinden a sus encantos con el entusiasmo de conquistar el milagro de la velocidad y el confort. Ahora saben algo más de su lado perverso: 100 kilómetros de un monumental atasco.
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