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ni contigo ni sin ti
Columna
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RICOS

Carlos E. Cué

No hay casa bien que se precie que renuncie a poner un político en la mesa. Todo rico tiene en su minicorte algunos elementos básicos: un noble venido a menos, un artista, un cantante, un deportista... y un político. O varios. Les encantan. Son divertidos, conocen a todo el mundo, cuentan anécdotas sin parar, tiene más mala leche que nadie y además, pueden ser muy útiles. Basta ver a la dueña de L'Oreal.

Por eso les apasiona invitarlos a sus yates en vacaciones. Rajoy disfrutó con Jaume Matas del que tiene el dueño de Sol Meliá, Gabriel Escarrer. En la izquierda, también se dejan querer, como Anxo Quintana, del BNG. A él le salió caro: perdió las elecciones entre otras cosas por la foto en el yate del constructor Jacinto Rey. También les gusta mucho prestarles sus casas, como hacía el dueño de Porcelanosa con Aznar, o llevarles en sus aviones privados. Es un amigo, suelen defenderse los políticos que aceptan esos convites, que son minoría, pero son unos cuantos. Oiga, pero ¿no es mucha casualidad que usted tenga tantos amigos millonarios?

Hubo un tiempo en que estos mecenas tenían incluso escaño. Era el premio a su generosidad. ¡Y cómo lo lucían! Ahora suelen ver los toros desde la barrera, que la política ha perdido prestancia, y los de Izquierda Unida incluso pretenden que las declaraciones de bienes de los diputados sean públicas. ¡Qué locura!

En las cenas de los últimos meses, según dicen algunos de los que acuden, solo hay un tema de conversación entre ricos de los de verdad: ¿quién es más manejable, Zapatero o Rajoy? Lo que sí tienen claro es el mensaje: "Vosotros veréis si preferís la huelga de los sindicatos o de los mercados", soltó uno hace poco a un diputado.

Algunos tienen su rico personal: Aznar, Rupert Murdoch, Felipe González, Carlos Slim, y de ahí va bajando el nivel. Muchos políticos acaban trabajando para ellos cuando lo dejan. Los casos de Juan Carlos Rodríguez Ibarra o Julio Anguita, que volvieron a sus empleos de antes, como profesores, son rarísimos.

Tan acostumbrados están nuestros ricos a agasajar a los políticos que algunos de ellos se acaban de llevar un buen chasco. Como es costumbre con alcaldes, presidentes autonómicos y miembros de la Familia Real, los empresarios de la Costa del Sol llenaron de regalos el hotel donde estaba alojada Michelle Obama. Los devolvió todos, normas de la Casa Blanca. ¡Qué poca clase!

Se está poniendo muy complicado lo de los regalos, con lo bonito que era. Cuentan algunos que, por culpa de Gürtel, las Navidades ya no son ni la sombra de lo que fueron. Habrá que inventar otra cosa.

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