La nueva frontera rusa en el Cáucaso
Reconocida por Moscú desde hace dos años, la región separatista de Abjazia se rearma y da la espalda a Georgia
Protegida por guardacostas y misiles antiaéreos rusos, Abjazia vive tranquila dos años después de que Moscú la reconociera como Estado el 26 de agosto de 2008. La URSS agonizaba cuando esta región del mar Negro entró en conflicto con Georgia, de la que dependía. Abjazia tenía 535.000 habitantes. El resultado de la guerra (1992-1993) desencadenada por el líder Eduard Shevardnaze para someter a Abjazia fueron miles de muertos y centenares de miles de desplazados, sobre todo georgianos (que eran la mayoría), pero también griegos, rusos y armenios. En Abjazia viven hoy menos de 217.000 personas.
Mientras Rusia le construye nuevas fronteras, Abjazia ignora a Georgia y explora horizontes en el Caribe. La sociedad se sumerge en la amnesia histórica y rechaza el retorno de los georgianos huidos. Temen que sus antiguos vecinos traten de volver convertidos en "ciudadanos rusos" y, como tales, reclamen las casas que fueron ocupadas tras la guerra.
El presidente abjazo visitó en julio Venezuela, Cuba y Nicaragua
En julio, el presidente abjazo, Serguéi Bagapsh, visitó Venezuela y Nicaragua, países que han reconocido su independencia, e hizo una "escala técnica" en Cuba. El líder abjazo sonríe cuando le llamo "comandante Bagapsh". Hugo Chávez y Daniel Ortega prometieron visitarle, pero Bagapsh comprende que "pueden decir que vienen al día siguiente y llegar medio año después. Así es en América Latina". "En Venezuela nos aconsejaron no salir a la calle con joyas y objetos de valor", comenta uno de los viajeros a Latinoamérica, que ha vuelto reforzado en su identidad "europea" y no entiende "por qué a Venezuela y Nicaragua los reconocen, y a nosotros no". Del Caribe, han traído la idea de crear un enclave para reexportar tabaco, ron y productos tropicales a Rusia.
El ministro de Exteriores, Maxim Gvindzhiya, afirma que su departamento ha abandonado el "problema de Georgia". "Si nos ocupáramos de Georgia, todo el Ministerio tendría que centrarse en ese tema, porque comenzarían a aparecer iniciativas que nos distraerían de las cosas reales". Lo real "es la búsqueda de nuevos amigos", y "es más realista preparar una expedición conjunta a Marte de Georgia y Abjazia que su reintegración", subraya Viacheslav Chirikba, representante abjazo en las conversaciones de Ginebra con Georgia, Osetia del Sur, UE, EE UU y Rusia.
"Nuestros líderes nos están vinculando con el antiamericanismo, pero Abjazia es un proyecto nacionalista y conservador, no un terreno para ideas izquierdistas o socialistas, y no debe ser reconocida como un proyecto antioccidental", dice el politólogo Irakli Jintva. "Aislar a Abjazia es la mejor vía para convertirla en parte de Rusia".
"Europa tiene que recibir información nuestra, de lo que pasa aquí, de nuestros propios intereses, y no vernos como marionetas de Moscú. Si condenan el estalinismo, deben saber que Abjazia fue parte de Georgia por causa de Stalin", sentencia el jefe del Gobierno, Serguéi Shamba. La memoria del estalinismo está viva en Abjazia, pero la de los años noventa se convierte en un tabú, sobre todo la de los desplazados georgianos (calculados en 200.000) que en parte malviven hasta hoy de la asistencia social de Tbilisi. "Los georgianos fueron los agresores, pero examinaremos su caso si nos compensan por la destrucción causada, unos 14.000 millones de dólares", dice el vicepresidente, Aleksandr Ankvab.
En junio, la televisión abjaza mostró el documental Falta de voluntad, del georgiano Mamuka Kuparadze. En la cinta, dos georgianos adolescentes investigan la guerra de 1992-93 y, al concluir, uno de ellos considera posible la independencia de Abjazia. Esta novedad no impresiona a los abjazos, que recelan de la estrategia de Tbilisi para "los territorios ocupados" (Abjazia y Osetia del Sur). Con el lema "vinculación mediante cooperación", Georgia ofrece incentivos económicos, ignora reivindicaciones políticas y culpa a Rusia de los males.
El documental fue muy criticado. "A la gente le escuecen las heridas, sobre todo a quienes perdieron a sus parientes y no aceptan nada georgiano. Además, se utilizó en el juego político interno", dice Manana Gurgulia, de la agencia Apsnypress. Según Shamba, la cinta evidencia "el temor a que los pasos a la reconciliación sean aprovechados por Georgia para reintegrarnos".
Abjazia fomenta el retorno de los descendientes de los majadzhírov, los pobladores autóctonos que huyeron al Imperio Otomano durante la conquista rusa del Cáucaso, concluida en 1864, en Krásnaya Poliana, cerca de Sochi. Varios miles de personas han abandonado Turquía para asentarse en su tierra de origen. No son muchos, pero algunos temen la influencia del islam. En julio, el jefe de la comunidad musulmana de Gagra, Emnik Chachmach-ogli, se convirtió en el segundo dignatario islámico abjazo asesinado en tres años.
La historia del siglo XIX podría entorpecer los Juegos Olímpicos de Invierno 2014. En marzo, un Congreso sobre el "genocidio" de los pueblos del Cáucaso celebrado en Georgia concluyó con un llamamiento para que Sochi sea considerada el símbolo de una limpieza étnica.
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