María Emilia Casas: "En Galicia hay un sentido común generalizado"
La presidenta del Tribunal Constitucional evoca sus raíces monfortinas y defiende el papel de la institución que dirige frente a las críticas
Mediodía de agosto en plenas fiestas patronales de Monforte. No cabe un alfiler en el paseo tradicional, la rúa do Cardeal, en donde se estrena una exposición conmemorativa del 125º aniversario de la obtención del título de ciudad. El alcalde, Severino Rodríguez, rodeado de convecinos como la periodista Julia Otero, dice unas palabras, pero es la persona encargada de inaugurar oficialmente la muestra quien hace un encendido llamamiento a la esperanza y al esfuerzo colectivo. "Na aspereza da vida cotiá, soñar é necesario e perder o tesouro dos ensoños é perder o meirande dos tesouros do mundo", cita a Cunqueiro, "para que entre todos recordemos esta ciudad y nos impliquemos en ella. La ciudad ha aprendido a superar un pasado marcado por momentos de abandono y ahora mira hacia el futuro. Será lo que los monfortinos quieren que sea".
De niña tuvo una vida errante, pero siempre quiso volver a Monforte
"La contratación temporal en el trabajo es un veneno"
"No respetar al Tribunal es no respetar la Constitución"
"En los últimos años noto aquí una gran estima por lo ciudadano"
Quien hace esta proclama al sentido de pertenencia es María Emilia Casas Baamonde, presidenta del Tribunal Constitucional. Y no porque esté en el Cardeal, asaltada ahora por sucesivas oleadas de amigas de la familia. "Deseo recordar y reivindicar aquí mis raíces: Monforte de Lemos, centro de mi existencia, de donde vengo y adonde voy, viviendo fuera de Galicia, pero siempre dentro, una comunidad volcada al cuidado de sus gentes, que hace de nosotros una comunidad arraigada por lejos que nos encontremos", dijo, cita de Cunqueiro incluida, cuando recibió hace cuatro años en Madrid el Premio Pelayo para Juristas de reconocido prestigio. No es poca reivindicación, porque Emilia Casas tuvo siempre la vida errante de hija de un registrador de la propiedad, de La Bañeza a Alicante, pasando por Trujillo y Morón, estudió en Madrid y nunca vivió en la ciudad en la que sitúa sus raíces.
"No ha sido el hecho de marcharme, sino el de venir. Viví en muchos sitios, pero siempre se volvía aquí, era un retorno continuo, envolvente. Las conversaciones en mi casa giraban en torno a Monforte, las decisiones importantes se tomaban aquí, era la tierra del clan", recuerda al día siguiente, en lo que fue casa consistorial y ahora Centro do Viño, a pocos metros de la que todavía es la casa del clan, "una familia respetuosa y tolerante". Tanto que cuando decidió estudiar Filosofía, su padre no la contradijo, pero la animó a cursar también Derecho. "Un método muy gallego, nada impositivo". Acabó las dos carreras, compaginándolas con las actividades antifranquistas propias de la juventud de la época (de parte de ella) y con otras también antisistema como el fútbol femenino. "En tercero lo vi claro, el Derecho adquirió el sentido de un sistema de solución de problemas, de ordenar la convivencia. Descubrí un mundo y lo gocé plenamente con la democracia, porque en un Estado social de derecho, lo jurídico adquiría un sentido pleno".
Pregunta. Es usted especialista en Derecho Laboral, y participó en el grupo de expertos encargado de elaborar la normativa del trabajo a tiempo parcial, ¿no cree que hay muchas normas y que se cumplen poco?
Respuesta. Es que es una rama viva del Derecho, que tiene que acomodarse a muchos cambios, a problemas reales, y buscar el punto de equilibrio entre intereses contrapuestos, por eso es tan importante la interlocución social. Hoy el modelo general es que haya una intervención normativa media, que se combina con el papel de la negociación colectiva, que debe ser creciente. La contratación temporal creo que es uno de los grandes errores del sistema español. Se optó por ella como sistema de flexibilizar el mercado, y se inoculó un veneno, porque somos el país europeo con más temporalidad y más tasa de paro. La contratación temporal desincentiva la formación y mina el compromiso y la participación del trabajador con el proyecto empresarial.
En 1998, con 48 años, Emilia Casas accedía al Tribunal Constitucional. El miembro más joven, la segunda mujer en la historia de la institución (uno de sus pares le pidió en una ocasión que sirviera el café) y la primera en ocupar la presidencia. "Que se destaque que haya sido la primera presidenta no es normal en una democracia y significa que la igualdad no es real. En ámbitos digamos más elevados, intelectuales, no existe la discriminación grosera que hay en otros, es mucho más sofisticada, pero existe. Una alta responsabilidad exige una disponibilidad desmesurada para una mujer en edad fértil. Para mí eso ha tenido un coste elevado".
No quiere hablar de sentencias favoritas (ni de la del Estatut, al menos hasta que se resuelva el resto de los recursos), pero sí está satisfecha de decisiones en temas sobre los que no había jurisprudencia, "como en inmigración, discriminación por orientación sexual, o la incidencia de las nuevas tecnologías en la vida de los ciudadanos".
P. Cuando accedió a la presidencia, ¿esperaba un grado de presión como informaciones en las que se le vinculaba con el entorno etarra porque Karmelo Landa, ex miembro de la dirección de HB, era hijo de una antigua criada de la familia de su marido?
R. No me imaginé que iba a experimentar, no una falta de respeto personal sino, como denuncié en su día, una falta de respeto a la institución, por parte de responsables políticos o de medios de comunicación. No respetar al Tribunal es no respetar la Constitución.
P. Desbarres aparte, ¿no le parece criticable que las decisiones del Constitucional, como las de otras altas instancias judiciales, reproduzcan miméticamente la composición del Parlamento, o más bien la relación de fuerzas de los partidos mayoritarios?
R. Soy contraria al sistema de cuotas en la elección de magistrados del Tribunal. El consenso es fundamental, pero debe hacerse sobre personas independientes, pensando en elegir a los mejores, porque tienen una responsabilidad altísima.
P. Ha señalado en varias ocasiones que viene a Monforte a serenarse, a tomar aire.
R. De joven recuerdo una gran despreocupación por los temas colectivos, pero en los últimos años noto una alegría, una enorme estima por lo ciudadano. Cuando una persona viene a Monforte, enseguida le comentan: "¿has visto lo bonito que queda...?". Se discute sobre valores urbanísticos, ecológicos... Eso es un signo de desarrollo y de calidad.
P. También ha dicho que el carácter gallego le ayuda a conseguir ese equilibrio al que aspira.
R. Aquí hay un sentido común generalizado, el sentidiño, que es un sentido de la medida, de la tolerancia. En Galicia, en la aldea más pobre, se habla con respeto.
P. ¿Ya sabe qué hará cuando se pongan de acuerdo para renovar su puesto?,
R. No puedo pensar qué haré. Todavía estoy inmersa en esta etapa que ha sido muy intensa. Tendré que poner algo de distancia.
Tomar más aire.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.