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Columna
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La tele es el mundo

Javier Sampedro

Una de las servidumbres del verano es que no ponen España directo, arquetipo platónico de la televisión verité y compendio estremecedor de la contrariedad doméstica en todo su plural esplendor. Como muchos de ustedes no estarán en casa a esas horas, les doy aquí un gist del programa.

"Fíjate en la que me he metido, Mercedes", grita un reportero. "Huy a ver", dice Mercedes. El cámara desciende por el cuerpo del reportero hasta llegar a las rodillas, que es justo por donde le llega un agua turbia y parda de consistencia indescriptible y con pinta de oler abiertamente mal. "Huy madre", se oye que dice Mercedes desde el estudio. La cámara vuelve a subir hasta la cabeza del reportero, que en ese momento pregunta: "¿Y por qué ha sucedido todo esto, Mercedes? Lo contaremos aquí, hoy, en España directo". Ya se ve que con este reportero Mercedes no mete ni baza, pero esto no es siempre así.

Por ejemplo, vemos ahora a un reportero que le está gritando a un cocinero: "No, hombre, no eche usted todavía los cebollinos, que Mercedes no lo ha visto, hombre, que es usted más prisas que Nuvolari, diantre". En ese momento se oye un crepitar entrecortado, dos pitidos ensordecedores y unas sílabas sueltas sin el menor sentido en ningún lenguaje conocido. Se trata de Mercedes, que está intentando decir: "Huy, oye, oye, que se os están quemando los cebollinos", pero con un mal contacto en la conexión. "El cebollino de toda esta región se distingue por su mayor infrutescencia", dice el cocinero con un marcado acento madrileño. "¿Cómo?", grita el reportero. "¡Que se os están quemando los cebollinos!", dice Mercedes ya con buena conexión. En fin, así va progresando el programa.

La tele es el mundo. Por la calle ya no hay forma de enterarse de nada. La gente vuelve del trabajo por la M-40, entra con el coche en el garaje subterráneo, sube siete pisos en el ascensor y emerge de pronto en su cuarto de estar sin haber interactuado ni con los microbios del pavimento. Si algo sabemos de esa silueta anónima es gracias a España directo: que se le rompe la bajante, que le asedian las aguas sépticas, que le clava el fontanero, que le vence la letra, total, las señas de identidad de un congénere. La tele es el mundo.

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