El Duende, imagen torera
A la vista de tristísima tarde de los maestros de a pie, lo mejor fue la figura del sobresaliente, Simón Mijares El Duende, venezolano de cuna, menudo de estatura, piel morena de raza y esfuerzo, cumplidos ya los 54, pero, seguro, con las ilusiones intactas de ese capotazo mil noches soñado en feria de postín. Allá que iba todo ufano, orgulloso y feliz, tras los matadores en el paseíllo, serio y circunspecto todo, con la mirada al frente, el paso corto y firme, preñado de torería con su capote de paseo ceñido al pecho y asido con esa fuerza que causa dolor en los dedos. Tras la hora feliz de ese desfile, la pasarela de toda una vida, se pierde El Duende en el callejón, donde está, pero no se le ve.
BOHÓRQUEZ, TORREALTA / HERMOSO, CASTELLA, PERERA
Dos toros despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, mansos y descastados, y cuatro de Torrealta, correctos de presentación, mansurrones, sosos y parados.
Hermoso de Mendoza: pinchazo, rejón trasero y un descabello (ovación); cinco pinchazos y rejón trasero (ovación).
Sebastián Castella: seis pinchazos, media estocada y un descabello (ovación); pinchazo hondo, -aviso- y seis descabellos (silencio).
Miguel Ángel Perera: pinchazo -aviso- dos pinchazos y estocada tendida (ovación); metisaca (silencio).
Plaza de la Malagueta. 20 de agosto. Séptima corrida de feria. Lleno.
Aparece de nuevo en el tercio de banderillas del segundo de la tarde; allá, en los terrenos del tendido 3, firme como una vela, atento a la lidia, con el capote recogido sobre las manos, descansando sobre la arena. Detrás de esa estampa hierática, un personaje singular, que llegó a España de la mano del maestro Antonio Ordóñez, quien lo acogió en su casa y allí continúa. Se hizo torero, nunca le acompañó el triunfo, pero su azarosa vida de soñador del toreo le ha regalado la tarde de ayer -todo un rito íntimo, seguro, vestirse de luces y salir del hotel camino de la plaza como figura del toreo- y ha pisado el ruedo de la Malagueta con el respeto que merecen esta fiesta y su bendita profesión.
No redondeó su tarde el caballero Hermoso de Mendoza, la inteligencia a lomos de caballos toreros, que se esforzó ante dos sosos y descastados oponente de nula colaboración, a los que mató mal. Pero toreó maravillosamente en muletazos templadísimos, sin franela, pero con una torería desbordante. Y clavó banderillas en sitios inverosímiles y templó de verdad. Hermoso es el magisterio, el ardor permanente por la inalcanzable perfección, un gozo para a vista.
Y fallaron con grave estrépito Castella y Perera; incomprensible, pero cierto. ¿Cansados, atorados, quizá? Vulgarísimos ambos, imagen deplorable, sin recursos ni ideas. No es fácil dar pases peores que los que ayer trató de esbozar el diestro francés, siempre mal colocado, nervioso y fuera de sí. Y fracasó Perera, siempre al hilo del pitón, ventajista, acomodaticio y sin decoro.
Dos noticias: una, los toros de Gavira, descastadísimos y sosos, sustituyeron a los anunciados de Torrealta; lo normal es esta feria, suspensa sin paliativos en el apartado torista; y dos, la autoridad cesó a la pareja de alguacilillos tras el episodio del bocadillo y el refresco. Durísima decisión e injusta si no se cesa también al delegado que lo permitió.
El Duende sólo olió toro en dos medios capotazos al relance, y fue el último en salir de la plaza entre la cariñosa ovación de unos aficionados. Allá que se iba la imagen añeja del toreo, el sueño hecho hombre, sonriente y feliz, a hombros de sí mismo, gracias a la vida.
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