Del pasado al mañana
Se acude con toda justicia al término de mixto en su exacto sentido en ballet: la convivencia de repertorios de ayer y de hoy con la vista puesta en el mañana. Ángel Corella es consciente, a través de su experiencia personal, de que la estructuración de su compañía y la asunción del rigor que lleva a la optimización del repertorio pasan por un proceso largo, laborioso, donde se alterna lo nuevo con la recuperación de la tradición. En este caso, la tradición del ballet académico en España se interrumpió bruscamente dos veces seguidas. Primero con la determinante (o lacerante, según se mire) línea contemporánea de la Compañía Nacional de Danza y después cuando el Ballet de la Comunidad de Madrid también desechó el clásico para hacer solamente las creaciones de sus jefes. La formación escolástica y necesaria del bailarín español, en todo ese proceso asaz destructivo de algo medularmente cultural, se ha resentido lo suyo. Es cuestión también de hábito y de ambiente, de relaciones comparativas y de propulsión en la competencia. La realidad sigue siendo áspera y no se oculta que falta público y faltan alumnos en los conservatorios. En ese panorama, hacer una temporada en un teatro privado a riesgos propios en la Gran Vía, tiene su mérito y es una llamada de aviso a quien quiera darse por enterado.
CORELLA BALLET CASTILLA Y LEÓN
Raymonda: M. Petipa/A. Glazunov; For 4: F.Schubert / C. Wheeldon; Soleá pas de deux: M. Pagés/R. Lebaniegos; DGV: Dance à Grand Vitesse: M. Nyman / Wheeldon. Teatro Lope de Vega. Hasta el 22 de agosto.
La compañía de Corella no es la mejor del mundo y está en un proceso de consolidación constante, de refusión, en el sentido de conseguir una pasta unitaria de elementos diversos, tarea ímproba a la que se enfrenta con medios limitados. No está de más repetir que este tercer programa, el mejor de los vistos, deja una ventana abierta al terreno de la propia personalidad estética. Se lleva la palma y muestra su égida tanto en lo creativo como en el peso propiamente estético de un estilo. Las dos obras de Christopher Wheeldon, For 4 y DGV, fueron creadas en su día usando como materia prima a los mejores primeros bailarines del Royal Ballet de Londres. De ahí su dificultad y sus exigencias formales, como también de ahí su belleza, su intrincado lirismo, con un cierto hermetismo expositivo, de concentrada austeridad, a la vez que buscando en la originalidad de las figuras un desarrollo plástico propio. Ambas obras salen adelante airosamente, especialmente For 4, en la que destacan Yevgen Uzlenkov y Dayron Vera, los que más ligan los movimientos y se conducen a través de una música que ya en sí misma es una entidad poderosa. DGV es magnética y propone una modalidad rupturista con cambios de ritmo que obligan a su vez a torcer la dinámica y el control en pareja.
No puede decirse lo mismo de Natalia Tapia en Raymonda, que se mostró ampulosa, poco resuelta en cuanto a estilo. El paso a dos creado por Pagés para los hermanos Corella es una miniatura espectacular y rítmica, con sutil pero presente aire flamenco, que da a cada uno la oportunidad de lucir sus efectos, perfil y cualidades, aunque les faltó un poco de luz para que se apreciaran mejor sus evoluciones.
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