Un membrillo en la espalda
Un libro para evitar dolores de una terapeuta gallega bate marcas de ventas
Valerón, Gómez Noya, media selección argentina de baloncesto, el taekwondista con mayor potencial del planeta o destacados tenistas saben de la ayuda de Alba Cons, una licenciada en ciencias del deporte por la Universidad de A Coruña que siempre tuvo claro que iba a orientar su conocimiento hacia el ámbito de la salud. Recuperadora funcional, Cons ofrece soluciones para reparar un talón, una rodilla o una muñeca, pero el tiempo le ha mostrado donde están los problemas: "La gente está desesperada con la espalda. A todo el mundo le duele y nadie sabe que hacer", anticipa. Y ahí caben todos, no hay ni clases ni variables sociales, sí diferentes actividades y exigencias, también diferentes espaldas, pero siempre al fondo un denominador común: la incomodidad, el dolor.
La recuperadora de deportistas Alba Cons no oculta su secreto
"Mi obsesión es que mis pacientes no tengan dependencia de mí"
Dicen quienes la conocen que Cons ofrece soluciones. Lo que está claro es que no se las guarda. Si suya es la respuesta, ni ejerce de gurú ni oculta la pócima mágica. "Mi obsesión es que los pacientes no tengan que depender de mí y sí darles autonomía", apunta. Esta primavera volcó su conocimiento en un libro Quiero ser membrillo, pleno de imágenes y de tutorizados ejercicios, movimientos adaptados a toda condición y escenario, un éxito editorial que la llevó al segundo puesto de la lista de ventas en no ficción sólo por detrás de Eduardo Punset. Atiende consultas radiofónicas y en revistas, le reclaman los medios de comunicación. Sí, a la gente le duele la espalda y Cons les dice como convertirla en un membrillo, "ser blandito". "La base de todo es moverla y el problema es que no la vemos. Si tenemos un problema en una muñeca, jugamos con ella y buscamos como aliviarnos, con la espalda no, nos da miedo incluso, te paralizas y ese es el problema: no moverse", detalla. El trance afecta incluso a deportistas de elite. "Muchos corredores de fondo tienen la espalda triturada porque corren demasiado erguidos", explica. Cons les explica que también deben de activar esa parte del cuerpo, aunque esboza un reproche ante las despiadadas demandas del deporte profesional: "La exigencia es cada vez mayor, se busca más la explosividad y el cuerpo lo paga, los calendarios se aprietan y los deportistas fuerzan".
Pero en el hiperprofesionalizado mundo del deporte al final quedan las personas, las que convierten la actividad física en un negocio, pero también en una escuela de vida. Una casualidad llevó a Alba Cons al mayor de los masters de convivencia deportiva, el de una Villa Olímpica. Fue un trayecto que comenzó en el aeropuerto de Toronto, en una conversación inopinada con un representante de deportistas y un compromiso para trabajar con Daba Modibo Keita, un taekwondista de Malí que se preparaba en Estados Unidos para competir en los Juegos de Pekín en la categoría máxima, la de los pesos pesados. Cons, ávida de experiencias, no necesitó de un compromiso económico para desplazarse a la capital asiática. Allí se integró en la delegación africana, desfiló con ella en la ceremonia inaugural, liviana, de tez blanca y con el traje típico subsahariano al lado del gigantesco taekwondista y el equipo de baloncesto femenino. "No sabía nada de taekwondo, pero me empapé de vídeos para poder hacer mi trabajo", apunta Cons, que advierte que la labor de un recuperador no consiste en esperar a que le llegue alguien dolorido. En el caso de los deportistas es esencial presenciar entrenamientos, atender a los gestos, a las pisadas.
Hubo un antes y un después de Pekín para Alba Cons. Allí vivió la desazón de que Keita quedara cuarto a las puertas de una medalla, superado por la presión de un país que le exigía el éxito. Ya hacen planes para Londres, dentro de dos veranos. Allí espera volver a gozar con la cara solidaria del deporte, la de la convivencia y el agradecimiento, la de los deportistas sin recursos que en Pekín le pedían ayuda y a los que se brindó sin pedir nada a cambio. Fabrizio Oberto, un NBA, lo sabe. Su espalda pasó por las manos de Cons y tras él llegaron casi todos sus compañeros. Gratis total, como cuando hace tres años trabajó para el Montañeros a cambio de que le dejaran hacer las prácticas precisas para sacar adelante su tesis. Supo ganarse la confianza de los futbolistas. "Me llamaban la milagritos", recuerda Alba Cons, que ni espera ni ansía hacerse millonaria curando espaldas o articulaciones, que circula por A Coruña en bicicleta y vive de alquiler, pero que colecciona agradecimientos y a la que es imposible apear de la ilusión de quien cree que quien da siempre recibe a cambio.
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