Aires de Balanchine soplan en Las Palmas
El New York City Ballet, con el español Joaquín de Luz, cierra el festival de danza
Bajo un cielo de panza de burro y con un viento capaz de atentar contra los equilibrios de las bailarinas, la función que cerraba el ciclo de danza del 14º Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de Las Palmas de Gran Canaria tuvo lleno completo y una respuesta entusiasta del público. Los solistas del New York City Ballet (NYCB) lucharon contra los elementos (humedad del suelo, temperatura de 18º) naturales unos y técnicos otros: al bailarín Sterling Hiltyn el hombre del sonido le dejó esperando con los brazos en alto. La gala variada y de estilo veraniego, cerró con el Tributo a Ray Charles, una coreografía de Peter Martins que si bien carece de todo valor coreográfico serio, siempre conecta con el público. Entremedias hubo de todo un poco, algunas cosas mejor bailadas que otras y un hallazgo en la obra del británico Christopher Wheeldon: After the rain.
La función la anima y encabeza el madrileño Joaquín de Luz, desde 2005 bailarín principal del New York City Ballet y uno de sus más batalladores solistas. Joaquín de Luz se exprime en escena; convenció en su personal recreación de Other dances bailado con Tiler Peck, bailarina segura, musical y de buen gusto. Este dúo sobre piezas para piano de Chopin (tocadas con fría meticulosidad por la cubana Ivón Frontela) fue creado para Marakova y Barishnikov; en cierto sentido está estigmatizada, marcada por su pasado. Hoy es un clásico.
También la miscelánea se abrió a varias coreografías de George Balanchine bailadas con desigual fortuna y rigor: Tarantella (música de Gottschalk), un dúo de Who cares?, Agon y Apollo. Todas ellas forman parte del corpus estético del NYCB, son sus emblemas y dan medida de la prismática variedad de estilos que puebla el ballet norteamericano moderno. Tanto Agon como Apollo precisan del dibujo, de la concentración en unas líneas que desembocan en la articulación del estilo mismo, son su meollo, y eso a veces se resintió. Hubo muchos giros (quizás más de la cuenta) y en Corsario el madrileño se ganó al venerable. Queda la memoria de After the rain, sobre la pieza Für Alina de Arvo Pärt, un espléndido juego en adagio demostrativo de que Wheeldon es la gran esperanza creativa del ballet actual.
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