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Columna
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Cambio de modelo

Se dice que las tres variables que condicionan la actividad empresarial e innovadora del siglo XXI son la cooperación, la internacionalización y el conocimiento. Estas piezas se convierten en claves irrenunciables para el cambio de modelo productivo. Para ello, es obligatorio la implantación de centros de I+D+i+E; y ello solo se podrá lograr si ponemos en acción dos ejes de funcionamiento: el primero, consistente en atribuir más confianza a las empresas; y, el segundo, contribuyendo a una apuesta más orientada hacia las actividades relacionadas con la investigación y el conocimiento.

Recientes estudios como los que recientemente nos proporcionaron la Fundación I+E, Innovación España o la propia Fundación Cotec, al igual que los que suministra el Global Competitiveness Report, del World Economic Forum, reafirman que España ocupa el puesto 35º en materia de competitividad. Esta debilidad se asocia tanto a la amenaza de los nuevos mercados emergentes, que se van convirtiendo en nuevos centros de producción y elaboran bienes similares a más bajo coste, como a las debilidades relacionadas con la atracción de núcleos de I+D+i de las firmas multinacionales.

Galicia necesita constituir el núcleo de un tejido empresarial-tecnológico que aporte solidez

Entonces, ¿por qué es tan relevante nuestra apuesta por el conocimiento? Sin duda para combinar dos fortalezas asociadas. En primer lugar, por su imbricación en el entorno socio-económico, pues puede servir de palanca y de aprovechamiento de sinergias con otras actividades; y, en segundo término, como una respuesta consustancial a la visión internacional, tan obligatoria en los momentos históricos que estamos viviendo. En este sentido se llega a afirmar que la perspectiva global es la que nos permite tomar distancias, contemplar los mercados en su globalidad y detectar los huecos o nichos de oportunidad capaces de absorber las nuevas líneas de negocio.

Estas son las oportunidades que se abren. Por tanto, nos estamos resituando más allá de las fronteras nacionales y, sobre todo, nuestras orientaciones están basadas en la potenciación de las ventajas competitivas. Es decir, las administraciones, tanto aquellas de gobierno como las universidades y las empresas, son generadoras de economías de escala y contribuyen al fomento del espíritu emprendedor.

El actual modelo productivo de Galicia adolece de varias limitaciones. La mejor fórmula para sobrepasarlas sería aquella que sea capaz de interpretar un papel de liderazgo en la creación de redes de innovación. O sea, en apostar por el desarrollo local de las infraestructuras científicas-tecnológicas, por un mayor grado de colaboración entre la universidad y las industrias, y finalmente, por el desarrollo de centros especializados de formación.

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Richard Florida, Daniel H. Pink, Robert Ornstein, entre otros, buscan impulsar y retener el talento, alientan la capacitación y estimulan la colaboración entre personas y centros, como elementos claves en los denominados efectos tractores en materia de I+D+i+E, y en el mantenimiento selectivo de los incentivos de apoyo financiero y fiscal.

Se trata, por consiguiente, de otorgar ventajas a las empresas y a los centros existentes (y futuros) como respuesta frente a aquellos otros países que en la toma de decisiones se ufanan en subrayar las facilidades para su ubicación y su localización.

En Galicia falta definición y una apuesta diferenciadora. Los efectos de arrastre se han de presuponer, al igual que el papel de los emprendedores. Resta, por tanto, constituir el núcleo de un tejido empresarial-tecnológico que aporte solidez; que sea capaz de definir y de articular las redes de innovación para poder transformar la investigación en productividad y en mayor valor añadido. O sea, es preciso seleccionar qué actividades y qué empresas van a ser las tractoras de este proceso.

La apuesta gallega debería estar orientada a conseguir un mayor nivel de productividad y de competitividad. Para ello, necesitamos unos requisitos básicos (expuestos en términos de instituciones, infraestructuras, estabilidad macroeconómica, salud y educación primaria); en segundo lugar, unos potenciadores de eficiencia (educación superior, eficiencia en el mercado de bienes y en el mercado laboral, preparación tecnológica y tamaño de mercado) y finalmente, se debe actuar en lo que atañe a todas las decisiones que contemple el capital humano.

Porque, a modo de resumen, lo relevante es la asociación de esfuerzos para la definición y obtención de nuevos objetivos, más que la lucha por mantener el individualismo y la solitaria identidad.

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