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Reportaje:

Las vacaciones más amargas

Montañeros vascos relatan la odisea vivida en India tras las inundaciones - "Cariño, no llores más", le decía una mujer a su esposo por teléfono

"En cinco minutos no se puede resumir lo que he visto. Gracias". Carlos, de 61 años, quien regenta una pescadería con su esposa, Pili Milicua, tenía anoche ganas de todo, salvo de hablar con la prensa. Cogió sus mochilas, al igual que los otros montañeros que llegaron a última hora a la estación de autobuses de Bilbao desde Madrid. Le tiró una a su mujer y, sin abrazar a su hijo, salió corriendo de la estación. Los cámaras perseguían a los demás, como la médico Izaskun Aguirre, intentando arrancarles sin éxito algún testimonio emotivo. No hubo suerte, porque tan rápido como bajaron del autobús, que llegó con 20 minutos de retraso, se fueron.

Aguirre es una de las 46 personas del club de montaña Ganguren de Galdakao que quedaron atrapadas en la localidad india de Leh, junto a más de 150 españoles, después de que una riada devastase la zona. Tal vez sentían que ellos no debían ser los protagonistas de una tragedia que ha dejado 174 muertos y varios cientos de heridos.

"Veíamos niños y ancianos subir a los montes. Decían que Leh desaparecería"
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"Nos dimos cuenta de lo ocurrido cuando vimos enterrar a los muertos"

Por la mañana sí había accedido a hablar en Galdakao Pedro Aizarna, de 58 años. "Iba a ser el viaje de nuestra vida", recordó Aizarna, el primero junto a otras dos personas del club Ganguren en llegar a Euskadi. Devoto del monte y de su familia, afirmó que no sintieron un peligro inminente, incluso tras pasar la primera noche con el agua filtrándose en el cuarto del hotel donde dormía. "Nos dimos cuenta de lo que había pasado cuando pasamos delante del cementerio y vimos como empezaban a enterrar a sus muertos", relató a las 9.00 en la puerta del club de montaña, después de su primera noche en casa. Según explicaron desde el club, una docena ya ha regresado al País Vasco, unos 16 se han quedado en Nueva Delhi para hacer turismo hasta el día 21, fecha de regreso prevista antes del desastre, y unos 15 se han quedado en Leh para ayudar.

Aizarna fue uno de los primeros en salir de la zona afectada gracias a que los billetes para su grupo se adjudicaron por orden alfabético, según explicó. El gran objetivo de la ruta de trekking que tenían prevista era coronar la cima del Chamser Cangri, de más de 6.000 metros de altura. Según relató el montañero, las noticias alarmantes que recibían de casa y los rumores de que las lluvias iban a volver con más fuerza fueron poniéndoles más nerviosos a medida que pasaban los días. "Veías a ancianos y niños subir a los montes. Decían que el pueblo entero podía llegar a desaparecer", explicó.

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"Sentí que la gente que estaba aquí esperándonos lo pasó peor que nosotros", recalcó. Sobre las declaraciones del embajador de España en Nueva Delhi, que tildó de "obsceno" e "irresponsable" que algunos siguieran haciendo trekking a pesar de lo ocurrido. "Cada uno es mayorcito [para saber lo que hacer]" respondió Aizarna, "yono creo que sea una irresponsabilidad", explicó.

El montañero afirmó que ayudó el primer día para quitar el barro del hospital local y recuperar las camillas y sillas. "Se nos cayó el alma al suelo al verlo. Sacamos un camión de barro con baldes. Era interminable".

También explicó un detalle que permite hacerse una idea de las precarias condiciones en las que quedó el ya de por sí limitado centro sanitario local tras el desastre. La médico que les acompañaba, Izaskun Aguirre, y una enfermera, Mari Carmen, les pidieron que dieran todo lo que podían del botiquín que tenían preparado para el viaje: "El que dejamos allí tenía más medicinas que el del hospital".

Mientras tanto, al lado de Aizarna, Pili Milicua recibía la llamada desde Bruselas de su marido Carlos, quien esperaba el vuelo que le llevaría a Madrid. "Cariño, tranquilo, no llores más, que ya llegas a casa, lo peor ha pasado", le dijo. Milicua contó que anuló sus vacaciones a Galicia al enterarse de las inundaciones.

Tras colgar, explicó que su esposo lloraba en parte de alegría, porque volvía sano y salvo junto al resto del grupo, pero también porque había visto demasiadas tragedias juntas: "Allí han dejado mucha desolación".

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