SOPA BOBA
Mafalda odia, sobre todas las cosas, la sopa en cualquiera de sus formas y texturas. José Blanco -ese ministro que en verano pone cara de presidente del Gobierno- se ha convertido en la sopa de muchos alcaldes, que van a tener que usar un remedo del método Potemkin para evitar que los drásticos recortes de Blanco en inversión pública dejen España entera como suele estar Madrid: patas arriba. Me explico. A finales del XVIII, Catalina de Rusia decide recorrer su imperio. Cuentan las crónicas que su primer ministro, Gregori Aleksandrovich Potemkin, se le adelantaba y colocaba falsas fachadas para esconder la miseria de las aldeas y dar una efímera sensación de prosperidad. Una vez satisfecha la curiosidad de la emperatriz, Potemkin desmontaba el tenderete y corría hacia el siguiente destino. Catalina nunca sospechó, igual que María Antonieta no podía comprender por qué sus súbditos pasaban hambre: "Que coman cruasanes".
"Para un Estado capitalista es fatal tener principios", escribió Keynes, quien también decía que los economistas no han llegado a ser tan útiles como los dentistas. Con el Estado en retirada y los economistas del Gobierno convertidos en un dolor de muelas, al menos nos quedan los abuelos. Hace apenas tres años los abuelos eran guarderías; hoy son financieros. Los niños se quedan con sus padres, que están en paro, y los abuelos pagan la hipoteca: método Potemkin aplicado a las finanzas familiares.
Para salir de situaciones como esta, Keynes edificó las bases de la economía moderna: los mercados son como un ferrocarril aéreo -cuando funcionan-, pero los Gobiernos tienen la responsabilidad de suavizar su dureza. Su antagonista Milton Friedman y su legión de discípulos llevan décadas desmantelando esa idea. Friedman fue un profesor de metro cincuenta y ocho y energía sin límites que, según cuenta Naomi Klein, en el apogeo de su carrera se describió como "un predicador pronunciando el sermón de los domingos". Fue asesor de Pinochet e inspirador de las políticas que impuso el FMI en Asia y Latinoamérica y que llevaron a docenas de países a la ruina. Allá donde le escucharon recomendó privatizaciones masivas, liberalización absoluta del mercado y un Estado brutalmente reducido. La escuela pública era para él "fruto de un irracional apego al sistema socialista", en el más puro estilo de Esperanza Aguirre. Friedman dedicó su vida a combatir esa idea de Keynes que se basa en la intervención del Estado para humanizar el mercado. Una idea que hoy parece abrazar todo quisque, como una sopa boba que haría vomitar a la gran Mafalda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.