Cinco mochileros, rumbo a Santiago
Diario de unos chavales de 18 años que queman Kilómetros entre sudor y risas
A las 9.30 de la mañana aprendimos que a las 9.30 de la mañana no se echa a andar.
"No hay nadie. No hay nada", son los buenos días de Arturo a Jon.
"Esto de la vaselina es asqueroso", se queja Alfredo, que en lugar de un tubito para sus pies carga con un tarro plurifamiliar. Entre su neceser y el de Paris Hilton no sé cuál pesaría más.
"¡Qué frío! ¡Y no se ve nada!", se jalean Berta y Chantal. Ya dan ganas de devolverlos a casa.
Son cinco dieciochoañeros llegados a Sarria (Lugo) para iniciar su camino de Santiago. Ninguna experiencia en caminatas, ni preparación. Ninguna mentalización.
111-J, Sarria-Portomarín (22,4 km)
"¡A la fuenteeee!"
Junto a unos potentes huevos con chorizo, el bar O'Camiño nos sella las cartas del peregrino. La foto de los cinco confirma el estreno. Las primeras zancadas son para salvar la escalera del viejo Sarria. Arriba se anuncia un servicio de transporte de mochilas. Vale cuatro euros, uno más que antes de la subida. Los cinco miran el cartel, pero ninguno rechista. Aún. "Hay que recordar, para que nadie lo olvide, que el camino se ha de sufrir, no disfrutar", dirá Berta en su diario.
Cada uno lleva boli y libreta para escribir sus cosas, que servirán de base para este reportaje. Arturo, además, debe fotografiar el Camino. Los cinco son familiares o amigos: un castellano, Alfredo; tres catalanes, Arturo y los hermanos Jon y Berta, y la canadiense Chantal.
El mojón 109 marca As Paredes, primera cuesta fuerte. Se nota porque nadie habla. El Camino es mágico, alejado de coches, entre espesos robledales que frenan los rayos de sol. "¿Paramos?". La media de marcha es ridícula. De nada valen los cálculos de la cinta del gimnasio o los paseos por la ciudad ligeros de equipaje. Ni siete, ni seis, ni cinco kilómetros por hora. Nuestra velocidad-crucero no rebasa los 3,5.
Berta se pone la primera tirita. Jon echa lastre vaciando la cantimplora. Chantal se ufana de lo bien que va su parche antimosquitos. Arturo se embelesa encuadrando flores y praderas y se gana la primera reprimenda del pastor. "Menos poesía y más gente. Fotografía lo que pasa o no publicarás ni una". El que suscribe es el que les pastorea y como tal viste una roja con el nombre Del Bosque. Es que hoy es el 11-J.
"Al poco de empezar ya resoplamos. Solo se oyen nuestros pasos y el viento que agita las hojas", escribe Arturo. No se sabe qué es peor, si arrastrar la mochila hacia arriba o que te precipite su peso en las bajadas. Arturo nos alivia con la ocurrencia: "Comocuestaestacuesta estacuestacomocuesta".
Kilómetro 108, área de descanso interactiva: una ristra de máquinas vending y un matasellos selfservice para testificar el momento. Los zumos tropicales a 1,10 euros. Esto va de peregrinos pijos. Picamos, claro. El grupo se desmembra, cada cual va a su ritmo o a su capricho. El de Jon es visitar las piedras viejas que se le cruzan, como la iglesia de Barbadelo.
Poco más allá nos engatusa Fina con sus frambuesas, "recién recogidas", promete. "Y tengo a tres euros las conchas del peregrino". Que no nos falte de ná.
"Me llama la atención el trato de la gente", escribe Alfredo; "los vecinos de las aldeas y los peregrinos que nos cruzamos". Una de ellas se llama Neus, envuelta en una bandera española. "Hasta Tarragona no me la quito, pase lo que pase esta noche".
Los kilómetros van haciendo mella. No se pasan, se clavan. "¿Por qué me habré metido en esto?", escribe Chantal. "Cada subida es la tortura. Me rozan los pies y tengo que pararme, pero con el tiempo dejo de sentir dolor".
Hollamos Brea, el punto más alto del día. Diez kilómetros nos han llevado la mañana. En casa Morgade cae el primer caldo gallego, junto a Marta (15 años), Elena (14), Paula (12) y Laura (9), pastoreadas por su madre Belén.
"Después de comer todo pesa más", comprueba Berta. Aconsejan los expertos que para la tarde solo debe quedar la cuarta parte de la etapa. Nos falta la mitad. "Siento que encojo con el sol. Me pongo el gorro y provoco grandes risotadas. Me llaman tortuguilla y cuando voy primera, safety car, porque ralentizo la marcha".
El cobijo de los árboles desaparece en las peores horas del día. Hay que parar una y otra para que Chantal se ate las botas. El pastor está a punto de perder la paciencia. No avanzamos y el horizonte es una cuesta de asfalto ardiente. Queman las plantas de los pies. A Alfredo se le ocurre encender el móvil y dar topevolumen a su música: "Al partir, un beso y una flor, un te quiero, una caricia y un adiós, es ligero equipaje...". Nino Bravo consigue el milagro de empujarnos hacia la cumbre. "Únicamente el himno del caNino puede arrancar nuestros pies del suelo", cuenta Berta.
Por fin vemos Portomarín, final de etapa. Cantamos victoria sin darnos cuenta de que entre nosotros y el pueblo hay un barranco por donde pasa el Miño. El sufrimiento se prolonga una hora más.
"Al acabar te sientes genial porque tus pies dejan esa cárcel que son las botas y nadan libres en el agua fría del bidet", dice Berta. "Las ampollas y los tobillos gritan: ¡abandonaaaa!". Pero ella y todos recordaremos siempre la noche del domingo 11-J, cuando saltamos poseídos por Iniesta en el mesón Rodríguez, cuando Portomarín gritó gol tan fuerte que el mundo botó y rebotó y cuando durante unos minutos no nos dolía nada y una voz más alta arengó al pueblo: "A la fuenteeee".
212-J, Portomarín-Palas (25 km)
'Jacuzzi' con ampollas
Dolores y golpes han vuelto con el madrugón, rojos por si sirve de consuelo. Ganamos media hora, pero a las 9.00 seguimos siendo los últimos en marchar. Vamos más torpes que ayer. El pastor anima la mañana recordando la gran gesta. Nos pasa gente bien vestida, con palos de trekking y una mochilita donde se lee América camina. Si fuese verdad que las miradas matan allí habrían caído unos cuantos. Pasados dos kilómetros vemos boquiabiertos que América camina se sube a un microbús. Gritamos de indignación y Arturo fotografía el escándalo moral, que se repetirá durante días.
Chantal decide implorar al santo y que repetimos con ella: "Apóstol Santiago, elegido entre los primeros, tú fuiste el primero... (la oración no es que sea de premio Nobel) y aliéntanos para que alcancemos la gloria del Dios Padre. Amén". Y con el segundo amén, Chantal resbala, su mochila la precipita contra el suelo y, sin posibilidad de amortiguar el golpe, su boca, sus rodillas, sus manos, dan brutalmente contra la tierra. Berta, la futura médica, echa mano del botiquín, y la embadurna de agua oxigenada, tiritas y gasas. Alfredo actúa de aguador; Jon de ATS, Arturo fotografía y Chantal se pone estupenda: "No, ahora no"; pero ya va cogiendo oficio y le roba la instantánea. "La caída me ha hecho más daño mental que físico. He perdido el ritmo por miedo a volver a tropezar".
Han aprendido lecciones del día anterior y las paradas se reducen al mínimo. Comemos otro menú del peregrino. Siempre a 10 euros. Si todo va bien, a las cuatro en el albergue. Apenas ha habido que echar mano de Nino Bravo.
La felicidad dura hasta que Chantal se retropieza en el asfalto y en la caída empuja a Berta y esta al madelman Alfredo. Reímos por no llorar al fijarnos en sus cordones, enganchados entre sí.
Las dos chicas llegan a rastras a Palas. Lo que no le duele a una le duele a la otra. "Cuando ya de mí, según Alfredo, solo quedaba 'alma sin cuerpo', me iban empujando para no perder ritmo", escribe Chantal.
Hay un montón de anuncios de masajes, fisioterapeutas, y hasta un circuito de jacuzzi. El pastor decide llevar al rebaño directamente (o sea oliendo a ovejuno) al jacuzzi. Con las burbujas a Chantal le brota otra de las frases históricas del camino: "¡Oh, dolor dolor! No es una queja, es una declamación, casi una declaración de amor. Porque a estas alturas hemos entendido que el dolor es un compañero más del viaje, un amigo del que no nos separaremos jamás".
Culoinquieto Jon se salta la sauna para coger un autobús al nosédónde. "He visitado el castillo de Pambre, que se acaba de abrir al público. Perfecto, aún sin restaurar, con la maleza comiéndoselo. El único castillo que sobrevivió a las revueltas Irmandiñas, una de las primeras revoluciones sociales de la historia".
En el albergue compartimos literas con un séptimo alien, Christian. "Él ha salvado los pies de Chantal, una imprudente", machaca Berta. "No se puede ir durante seis horas con rozaduras y no poner remedio". Chantal descubre sus talones, pura llaga. Christian, un maño al que sus compañeros han abandonado "por dos chavalas", no se puede creer que Chantal haya llegado hasta aquí. Le inyecta Betadine dentro de las ampollas entre unos alaridos que hasta ahora se había guardado muy mucho de lanzar. "Tú mañana no vas a ninguna parte", zanja Christian.
313-J, Palas-Arzúa (28,8 km)
Dos bajas
Mala noticia, la etapa de hoy es la más larga. Casi 30 kilómetros, aunque por su perfil rompepiernas parecerán 50. Hemos ganado a la mañana otra media hora. Las 8.30, por supuesto los últimos. Christian se fue a las 5. Caminará de noche con la ayuda de una linterna. A mediodía hará cola en uno de los albergues municipales para coger sitio; luego lavará ropa y se echará la siesta. No es nuestro plan de vida, sinceramente.
Una niebla espesa lo moja, lo tapa todo. Chantal esperará el autobús que la llevará a Melide, mitad de etapa. Con ella dejamos algo de peso. Aún resuenan las carcajadas de Christian cuando supo el peso de nuestras mochilas. "¿Doce kilos? ¿Diez?, ¿ocho? ¿Pero qué lleváis?". Aparte del neceser de Alfredo, camisas, bragas, calzoncillos para cada día, pijamitas...
Hemos perdido un elemento y al grupo le afecta anímicamente. Andamos a ritmo firme (4 km/hora), en silencio. También contribuye el miedo que llevamos encima ante la etapa reina. Entre la bruma, una masa movediza nos frena el paso. Son vacas. Berta, que iba líder, para en seco. A estas alturas del Camino ya se han creado unos automatismos que se disparan sin palabras. Si surgen perros esperamos a Berta, les hace unas carantoñas y pasamos tranquilamente. Si son vacas, encabeza el pastor -quizás por su sangre navarra- que las aparta sin miramientos. Si son iglesias, es Jon quien se adelanta, como con la preciosa capilla románica de Leboeiro.
Aparece Melide sin darnos cuenta. Ahí esperaba Chantal, que se anima con la tarta de queso de la pulpería Ezequiel. El resto disfruta con las mejores patatas hervidas de la historia de la humanidad humana. Sin exagerar.
Atocinados 90 minutos, perdemos lo ganado en la mañana, pero recuperamos el ánimo y a Chantal. Jon lee el perfil de lo que resta: resumiendo, un infierno. Cuando una pendiente acaba, otra empieza. En la segunda, Chantal se coloca las chanclas y con ellas subirá y bajará los pedregales. San Nino Bravo suena una, dos y hasta tres veces antes de escalar la pared de Rivadiso. "...Forjarán mi destino las piedras del camino...".
El viacrucis de Chantal continúa. "Hago el último tramo con Berta, ambas nos compadecemos porque tenemos parecidos dolores", escribe Chantal. "Parece que me han crecido nuevos músculos en la tibia", cuenta Berta. "Sólo hablamos de llagas o de fútbol, de esto para distraernos de aquello".
Han pasado cuatro horas desde Melide, no se ve la meta y cuando llega es falsa. Un letrero de Arzúa no significa que lleguemos al pueblo, da igual, solo aspiramos a colocar un paso después de otro. "Jon está un poco malo, Chantal sigue con sus enormes ampollas, y Arturo y Berta flojean. El secreto son buenas playeras usadas", escribe un pletórico Alfredo.
A las seis pisamos el albergue Vía Láctea, junto a la calle de Los Dolores. Caemos en la litera muertos o casi. Jon pasa del frío a la calentura, de las tripas revueltas al dolor de cabeza. Berta diagnostica insolación.
La zanahoria de hoy es pizza para todos en el primer sitio que pillamos, la cervecería O Roueiro. Resulta que son buenísimas, pero Jon no puede con ella. El mochitaxi se llevará mañana los equipajes de Jon y Chantal. A las diez ya dormi-roncamos.
4 14-J, Arzúa-Pedrouzo (19,1 km)
Calabobos, por fin
"Tenía que ser la etapa más fácil, pero me ha resultado la más dura", confiesa Arturo. Cada día la pájara pilla a uno. La de Arturo es solitaria. Aprieta el paso, olvida su labor fotográfica, se quita la mochila de la espalda y la acuna como a un bebé. Anoche se explotó a escondidas unas ampollas.
Por fin estrenamos los chubasqueros. No jarrea, pero el calabobos va mojando nuestras cabezas.
-Se me va a rizar el pelo.
-Pero si ya lo tienes rizado, peor es lo mío con esta onda que se me dispara aquí delante.
-Ojalá yo tuviera tu onda. Mi cabeza es toda pura onda.
El pastor no puede creer lo que oye por detrás. Una típica conversación de peluquería de señoras, pero las voces no son de ellas, sino de ellos. Por si alguien duda de que las generaciones están cambiando, Arturo pone la guinda:
-En mi clase la mayoría de los chicos se depila el cuerpo.
Pasamos a muchos peregrinos con musleras y tobilleras, y hasta con muletas. El Camino va haciendo estragos, pero no víctimas. Todos llegarán, a su paso pero llegarán. "Ni siquiera ha habido que recurrir a san Nino", escribe Chantal. "Sin mochila y con las heridas curadas ha sido un paseo".
A las tres llegamos a meta. El albergue Edreira huele a limpio, y tiene camas con sábanas limpias de tela. Cuesta 12 euros, dos más que lo habitual, pero bien gastados sean; tres la lavadora, cuatro la secadora...
515-J, de Pedrouzo a Santiago (20 km)
Semisanos y semisalvos
Hoy llegaríamos a la pata coja. Nuestra moral no se resquebraja ni con una subida de kilómetro y medio en Cimavilla. La ilusión de ver Santiago se mezcla con cierto postrauma: qué hacer después. Se nota en las conversaciones del grupo, que han pasado de contarse los dolores a preguntarse por la fecha de matriculación en la universidad.
En el camino vamos saludando, con regusto de despedida, a los peregrinos con los que nos cruzamos estos días... los novios oso mayor y osa menor, la pareja de colombianitas, el suizo obsesionado con el Camino desde 2005, y la Neus, que sigue con su bandera española y que, por si no nos vemos más, aclara: "Que sepáis que también llevo la del Barça. Así que me paso la vida sufriendo y disfrutando". Creo que es igual, ¿por qué si no tendrían casi las mismas letras?
Nada nos arredra ya. Incluso invocamos al santo después de tres días mientras Chantal cruza los dedos para que no haya más accidentes.
Cuando dan las dos en las campanas del Obradoiro nos lanzamos a abrazar al santo. Alguno no anda muy ducho y le cuenta a su madre por el móvil que abrazó a la virgen. Menos mal que no ha metido la pata en el dispensario del certificado Jacobeo. Tenemos la cartilla en regla y los chicos salen dando saltos. En sus caras les brilla la satisfacción de haber cumplido. No hay gloria sin dolor.
Cinco días de convivencia, 115 kilómetros adaptándose a las circunstancias, a comer lo que hay y cuando se puede, a dormir entre ronquidos, a ducharse entre extraños, a hablar con peregrinos como si fueran hermanos, ¡qué digo!, aún mejor. Ni discrepancias, ni peleas, ni malos rollos. ¡Viva Santiago matahormonas!
Guía
Información
» http://www.caminosantiago.com
» http://caminodesantiago.consumer.es/los-caminos-de-santiago/frances
» www.santiagodecompostela.org
Dormir
» Porto Santiago (618 82 65 15; www.alberguepuertosantiago.com; Diputación. 8, Portomarín). Literas por 10 euros.
» Mesón de Benito (636 83 40 65; Rúa da Paz, s/n, Palas de Rei). 10 euros la cama.
» Albergue de Arzúa ( 660 39 68 24; Cima de Lugar, 6, Arzúa). Precio: 5 euros.
» Porta de Santiago (981 51 11 03, www.portadesantiago.com; Avenida de Lugo 11, Pedrouzo). 10 euros.
» San Lázaro (618 26 68 94; Rúa San Lázaro, s/n, Santiago de Compostela). 10 euros.
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