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Reportaje:rutas paralelas

CADAQUÉS EN EL 'TOP MANTA'

Daniel Verdú

Honestamente, todo esto plantea dilemas. El original, la copia, el copyright, la obra de arte en la época de la reproductividad técnica... En fin, el caso es que unos ciudadanos chinos, después de muchos permisos y visados del régimen, se dejaron caer por Cadaqués (Girona) el mes pasado con la idea de tomar medidas para reproducir la Ítaca de Salvador Dalí a escala 1/1 en Xiamen, un territorio costero de su país. Y aunque era la primera vez que visitaban el pueblo (lo debieron ver en Google), en septiembre pondrán ya la primera piedra de su particular y kitsch homenaje. La ciudad de veraneo se llamará igual y tendrá capacidad para unas 15.000 personas. Sin complejos. Y el Ayuntamiento, que al principio, dice su alcalde, pensaba que "era un cuento chino", está encantado.

Una visita al enclave ampurdanés, cuya réplica se construye actualmente en la costa de China

El problema es que estos señores quizá ignoran que Cadaqués, el lugar más enroscado del Ampurdán, pueblo frontera con complejo de isla por el que han desfilado Duchamp, Hamilton, Picasso o Éluard, hace tiempo que emprendió un proceso de copia de sí mismo. Atrapado en un loop infinito, el lugar con más galerías de arte por habitante del planeta recrea su esencia con cada vez más insistencia y lejanía del original. Y aunque el sitio sigue siendo de los más particulares del mundo, todo gira siempre alrededor de lo que fue un día. Ese es el eco que, con suerte, copiarán los chinos.

Queda, eso sí, un aire surrealista que lo adorna todo. El concepto souvenir ha alcanzado tales dimensiones que, hace unos meses, un grupo de estadounidenses que dirige un museo de Dalí en Saint Petersburg, California, se llevó una enorme roca del cabo de Creus a su país. El pedrusco estaba en el antiguo Club Meditarranée, gigante resort de pequeñas casitas abandonado durante años y expuesto al viento y al corrosivo salitre como si fuera aquella inquietante isla de La invención de Morel de Bioy Casares. Así que el Ayuntamiento pensó que, como la piedra ya era un adorno y no había que arrancarla, no sería un problema regalarla a los americanos (ver foto del alcalde, Joan Borrell, sonriente el día de la entrega en California). Dando un paseo por la zona, en la cala Cullaré, se llega a la roca que sirvió a Dalí de inspiración para pintar El gran masturbador. Y pese a que por el pueblo circula que también se la han llevado, de momento sigue en su sitio.

Cerca de ahí, al final de la carretera que conduce al fin del mundo, Chris Little gobierna su restaurante, antiguo cuartel de la Guardia Civil, como si fuera un barco. Corona de la punta más oriental de la Península, donde el primer rayo de sol comienza a iluminar España cada mañana y donde el faro en el que rodaron Kirk Douglas y Yul Brynner hace lo propio con los barcos cada noche. En medio de un paisaje lunar donde los árboles crecen doblados y las piedras parece que llevan balazos, Chris se ha encargado a su modo y durante 20 años de cuidar la zona. Gran tipo, pero con un carácter cosido al pecho por un viento de mil demonios que ayuda, suerte, a que nadie se pase de listo en el parque natural. Ahora, Medio Ambiente prepara un plan surrealista (basado en unos extraños postulados de Dalí) para cortar la carretera o, incluso, cerrar el lugar. En defensa de la naturaleza, dicen los que han permitido durante años que haya 137 casas irregulares en el Cabo de Creus.

Pero los chinos no están interesados en eso, ni es probable que alguien se lo mostrara. En los 440.000 metros cuadrados de réplica que construirán habrá un centro comercial, un parque temático, alojamientos y una escuela. Además, han pedido medidas de la casa de Dalí en Port Lligat para calzarla en el clon que planean a 13.000 kilómetros de distancia. Toda esta broma les costará 450 millones de euros.

Pasearon por el pueblo durante su estancia, durmieron en el Rocamar y cenaron en Can Rafa. Preguntaron por las calles estrechas y las casitas blancas. Brindaron una y otra vez dejando sin aliento a sus anfitriones y se marcharon con la fotocopia bajo el brazo. "Es una satisfacción que quieran copiarte. No quieren hacer Sant Feliu de Guíxols, entiéndame, quieren hacer Cadaqués. Y esto sube la autoestima. De momento ha sido publicidad para nosotros, entrevistas... Y si eso significa que los turistas de China vienen, pues no está nada mal", se vanagloria el alcalde.

Pero luego está ese asunto tan posmoderno de lo que incluye y lo que no el simulacro creado. Porque, aunque lo parezca, no es lo mismo Las Vegas que París o Venecia (a veces la copia resulta mucho más divertida, la verdad). En el caso de Cadaqués, la cosa se complica y puede que la copia china se fabrique ya a partir de otra copia. Algo que quizá guste a los veraneantes barceloneses y trasladen ahí su segunda residencia... En fin, un follón.

En todo caso, he aquí una breve lista de las cosas que no podrán reproducir los chinos, aunque el alcalde les regalara el copyright: el viento infernal, las rocas, la comida de Casa Anita, la fuerza de Toni para abrir el casino cada día, los cambios de humor de Chris Little y su receta del curry, el doble rasero para medir el precio de las copas con los de Barcelona y los del pueblo, el pino solitario y las rocas planas de la Conca, el salto del Nani, las peleas a la salida de la Frontera, el primer rayo de sol del año y las sardanas en el faro o el eco infinito del ladrido de Norbu y sus dos mil hermanos. A ver cómo se llevan eso. El resto, que se lo queden.

Vista de la bahía de Cadaqués, en Girona.
Vista de la bahía de Cadaqués, en Girona.PERE DURAN

Una roca voladora

En septiembre de 2009, el pueblo de Cadaqués regaló una gran roca al museo Dalí de Saint Petersburg, en California. La tuvieron que limpiar, desinfectar, empaquetar y trasladar en avión al otro lado del mundo. La varita mágica de Dalí ha transformado cada rincón de Cadaqués en algo susceptible de convertirse en souvenir. Por suerte, la roca que sirvió al artista para pintar El Gran Masturbador sigue en su sitio en una cala del parque natural.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.
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