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Reportaje:Días de diversión

Los aciertos de Azpeitia

El público responde con tres buenas entradas a una feria que ha apostado por recuperar los valores de la fiesta

La apuesta no era fácil. Dos carteles de ganaderías duras en tres tardes suponen que la mayoría de las figuras deserten, y los empresarios taurinos siempre se aferran a ello para justificar que tienen que plegarse a las exigencias de los nombres que más suenan en el escalafón.

Azpeitia no tiene empresarios al uso y los responsables de Azpeitiko Zezenzale Batzordea decidieron jugársela, porque los nombres anunciados no son de los que llenan los tendidos con facilidad. "Tenemos que agradecer al público su asistencia, sobre todo en un año como este, con tantos problemas laborales y económicos", se sincera Joxin Iriarte, cabeza visible de la organización, con el alivio de ver salvado el presupuesto en un primer recuento. "Habíamos bajado un 10% los gastos. No podía ser de otra manera este año, y creo que estaremos cubiertos", apunta.

"El torero debe ganarse el puesto cada tarde", apuntan los organizadores

Una de las máximas de los antitaurinos es que sin subvenciones la fiesta de los toros no se sostiene, pero Azpeitia es una clara respuesta. "No recibimos dinero del Ayuntamiento. Solo utilizamos su plaza y tenemos una gran comprensión por su parte, pero económicamente la fiesta aquí es totalmente autónoma", resalta Iriarte.

El casi lleno que se vivió el sábado pasado y los tres cuartos largos del domingo dejaron bien claro que, si se hacen bien las cosas, el público responde con ilusión. No resulta fácil tener solo a Iván Fandiño y Rafaelillo como reclamos en los dos primeros carteles, pero lo que supone una garantía es su disposición y profesionalidad. El de Orduña fue el mejor el primer día y no se le podrá negar su regreso en 2011. El murciano acabó en el hospital cuando ya había cuajado a su enemigo. Y de esas corridas duras salió el triunfador del ciclo, el madrileño Alberto Aguilar. Hasta el sábado sólo había actuado en plazas francesas; ahora, quizás se le abran algunas puertas en la Península.

Sin embargo, la fiesta, esas corridas de las que cada vez huyen más los aficionados, deparó a un torero como El Cid, que pareció estar en un tentadero público y por eso nadie le dio importancia a su aseada actuación, tan carente de emoción como la impecable labor de Manzanares.

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Refugiado en la tranquilidad de haber cerrado tres intensos días de feria, Iriarte hace un rápido balance: "El torero tiene que volver a la antigua usanza y ganarse el puesto cada tarde. Cada día estoy más convencido de que el toro es la razón de ser de todo esto y en el que nos tenemos que basar".

El público así lo confirmó el sábado, cuando hizo salir a los medios al mayoral de Palha para que saludase. No es una práctica habitual en plazas de tercera, donde generalmente son los toreros quienes invitan al ganadero. En Azpeitia, al más puro estilo francés, se mira al toro de otra forma. Y es que hay algo que atrae al abrigo del Santuario de Loyola: el respeto que se presta al toro.

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