Cierra uno de emblemas de la atención a inmigrantes en Lugo
Eran un refugio para las mujeres inmigrantes, muchas de ellas sin papeles, que llegaban a Lugo y se encontraban solas, sin trabajo y con dificultades económicas. El 22 de julio, las últimas monjas de la congregación de María Inmaculada abandonaron el palacio de Velarde, donde han vivido los últimos 56 años, para trasladarse a otras "casas" en Vigo, Asturias y Castilla y León. Lo hacen por órdenes de su congregación y porque no ven posibilidades de relevo de las siete religiosas que en los últimos años estaban al frente de delegación luguesa.
El hogar de las hermanas de María Inmaculada era, además de un espacio dedicado a la oración, una oficina de empleo improvisada para personas con dificultades para encontrar trabajo. Siempre eran mujeres, y en los últimos tiempos abundaban las inmigrantes, muchas en situación irregular, que no cumplían los requisitos para acceder a las ayudas de la administración o los programas de organismos sin ánimo de lucro. "Era el servicio más conocido", reconoce una trabajadora de Cáritas de Lugo, que también ha desarrollado programas para la atención de inmigrantes, aunque no distingue entre los que tienen regularizada su situación en España y los que no. Cruz Vermella y el Ayuntamiento de Lugo también atienden a inmigrantes. En los dos casos, el servicio está condicionado a la situación legal del extranjero.
Cuando llegaron a Lugo en 1954, las mujeres que atendían eran muy diferentes de las que hasta hace unas semanas recibían en el palacio de Velarde. Por entonces las que llegaban eran chicas del campo, producto del éxodo rural, que venían a trabajar a la capital de la provincia y buscaban residencia y apoyo en casa de las religiosas. Pero en los últimos años, las religiosas del palacio de Velarde -las "monjas del servicio doméstico", como se las conocía en la ciudad- ayudaron a encontrar trabajo a centenares de mujeres, la mayoría de origen extranjero. En 2008, las religiosas atendieron a 350 mujeres, de las que más de 200 obtuvieron un empleo, en la mayoría de las ocasiones relacionado con las tareas del hogar. El centro social de las religiosas también ofrecía asesoramiento sobre los trámites necesarios para lograr el permiso de trabajo, además de diversos programas de formación para facilitar el acceso al mundo laboral de las recién llegadas. Era la congregación la que corría con los gastos del servicio, siempre destinado a mujeres. La congregación de María Inmaculada, que echó a andar en la segunda mitad del siglo XIX y tiene casas en cuatro continentes -Europa, Asia, África y América-, suele compatibilizar su ayuda a mujeres desfavorecidas con el alojamiento de estudiantes. Con el traslado de las religiosas de Velarde a otras ciudades, la residencia para universitarias queda también vacía.
"Su labor era sobre todo de acompañamiento", recuerda Miguel Gómez, responsable de Patrimonio del obispado de Lugo. Es esta institución la que marcará el futuro del palacio de Velarde, una rareza desde el punto de vista de su estilo arquitectónico, de carácter modernista, que en 1928 sufrió un incendio que lo destrozó por completo y que en los sesenta, ya instalada en él la congregación, fue ampliado para hacer más cómoda la tarea de las religiosas. Ya vacío el edificio, el obispado quiere encontrarle nuevos usos. "Han venido religiosas de otras congregaciones a ver el edificio, pero por falta de personal no se han quedado", lamenta Gómez. Lo que sí es un hecho es la intención de trasladar el comedor social de la diócesis a Velarde. Será en cuanto el Ayuntamiento dé el visto bueno a la licencia de obra solicitada para el acondicionamiento de una cocina comunitaria.
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