El proxeneta más dandi
Kas Shaleh Abdelkader dirigía una red de prostitución integrada por 350 mujeres
Vestía marcas italianas. Comía en los restaurantes más lujosos. Viajaba continuamente tanto a Marbella, donde tiene una mansión, como al extranjero. Atrincherado en su chalé de la calle de Siguero, en la colonia de Puerta de Hierro, el saudí nacionalizado español Kas Shaleh Abdelkader Kasim, de 50 años, dirigía la que posiblemente sea la mayor red de prostitución de Madrid. A su cargo tenía 350 mujeres repartidas en 13 inmuebles. De ellas se ocupaban 105 personas. Los agentes de la Brigada Provincial de Extranjería han dado al traste con 15 años de negocio.
La vida de Abdelkader ha cambiado en cuestión de minutos. Solía levantarse a las nueve o las diez de la mañana. Residía en un lujoso chalé en el que trabajaban cuatro personas para él: una asistenta, un chófer, una secretaria personal y un ayudante. Pese a ser un jefazo de la prostitución en Madrid tenía un contacto casi nulo con las mujeres. Sobre las once de la mañana telefoneaba a Sara Villena, una mujer de 53 años con amplios conocimientos económicos que dirigía las 16 empresas del entramado. Tan solo le interesaba la recaudación del día, que solía ser de unos 25.000 euros. "En contadas ocasiones daba alguna indicación de cómo tenía que llevarse al dinero", explica un responsable policial. "Como que se cambiara a la encargada de algún piso o que se trasladara a alguna mujer".
La organización tenía unos ingresos medios de 25.000 euros al día
El jefe del entramado no tenía apenas contacto con las mujeres
El resto del día lo dedicaba a relacionarse con miembros de la alta sociedad. Su secretaria se encargaba de concertarle citas con ex ministros, con presidentes de bancos y con políticos de peso. "Siempre le decía lo mismo a su empleada. Y cuando ella se ponía en contacto con ellos o con sus secretarias les indicaba que eligieran la hora y el restaurante más caro que conocieran", añade otro agente.
Siempre iba vestido como un dandi. Le encantaba la ropa italiana, los trajes de lujo. Su repleto vestidor sorprendió a más de un agente. A eso le ayuda su porte y su corpulencia: mide 1,90 metros. Para venderse mejor tenía varios coches de alta gama: un Porsche Panarema, dos Jaguar, un Audi A-8, un BMW Z-3 y un Mercedes C-200. "Generalmente conducía él mismo, pero cuando tenía que ir a alguna embajada o a algún acto oficial, le decía a su chófer que le llevara en el A-8. Así se daba más empaque", relata un policía.
Abdelkader no tenía ninguna afición conocida. No le gustaba el teatro, ni la ópera, ni siquiera el fútbol. Tan solo viajaba bastante al extranjero, en especial a Rusia y a Marbella para disfrutar de su mansión. El resto del día se dividía entre su chalé de Madrid y las comidas y cenas que tenía en el centro de la capital.
El proxeneta no tenía relación con las prostitutas. Al menos, de manera directa. Salvo cuando alguna mujer -generalmente las más exuberantes- iban a su casa. Tan solo acudía a los pisos de la organización para recoger el dinero que las meretrices habían ingresado en las cajas fuertes. Él era el único que tenía llave y que podía hacerse con los billetes. Eso sí, solía entrar y salir sin entretenerse mucho. Igual ocurría con las oficinas de la calle de Bolivia (distrito de Chamartín), desde donde dirigía las 16 empresas de la trama. Acudía en contadas ocasiones. "Prefería quedar a comer con la directora en su restaurante y hablar allí de los negocios", afirma un responsable policial.
Las actividades de las 16 empresas eran muy diversas. Las había de peluquería, enseñanza e inmobiliarias. Los cargos ejecutivos (consejeros delegados, presidentes y similares) los ocupaban empleados de la organización que cobraban entre 1.000 y 1.500 euros al mes. En la mayor parte solo constaba un administrador único que casi siempre desconocía la actividad real de estas corporaciones y que servía para trazar un complicado entramado difícil de rastrear.
En la punta de esta organización estaba el restaurante Almunia, en la calle de Recoletos, 5, que permitía blanquear parte de los beneficios de la trama. "Cuando quedaba a comer con la gente prefería ir a otros sitios más caros, de forma que nadie le relacionase con este sitio", explica el responsable policial.
La tercera persona en la trama era conocida como Merche, que ejercía como directora operativa. Era la que aseguraba que todos los centros de prostitución funcionaran sin contratiempos. Y en el caso de que se produjeran tenía que solucionarlos cuanto antes.
El mayor prostíbulo que tenían estaba en la calle de Atocha, 107, en el distrito de Centro. Allí los servicios costaban unos 120 euros. Los clientes con mayor poder adquisitivo o que buscaban otro tipo de relaciones acudían a alguno de los pisos que la organización tenía repartidos por el distrito de Chamartín. Eran viviendas que carecían de cualquier señal exterior. "Ahí iba mucho famoso, algún que otro político y más de una persona que la gente se sorprendería si saliera a la luz", afirmaba entre bromas un investigador.
La sorpresa se la llevó Abdelkader cuando los cuatro agentes de paisano llamaron a su casa el pasado lunes 19 de julio. "Señor Abdelkader, queda usted detenido", le soltaron. El saudí nacionalizado español mantuvo la compostura y no se inmutó. "Creo que no era consciente de lo que se le venía encima. Estuvo tranquilo e incluso nos ofreció tomar algún refresco", recuerda uno de los policías que intervino en la detención.
La vivienda estaba rodeada de lujo. Amplias estancias, materiales caros, los últimos adelantos electrónicos y una llamativa piscina. "Lo que más nos sorprendió es que tenía una sala de fiestas lista para ser utilizada. También había una estancia a la que se accedía desde la calle con una puerta que se abría con una clave. Los albornoces y las toallas de esta zona estaban metidas en plásticos, como procedentes de tintorerías o lavanderías. Se supone que eran para clientes de mucho dinero", destacó una responsable policial.
Ahora su situación ha cambiado de forma radical. Del máximo lujo ha pasado paso a las rejas de la prisión preventiva. Así lo ha decretado el titular del Juzgado de Instrucción número 30 de Madrid, que ha mandado a la cárcel a otros nueve integrantes de la red. Los 95 restantes han quedado en libertad con cargos, pendientes de que les llame el magistrado. "Calculamos que llevaba unos 15 años en el negocio. Por eso, cuando le detuvimos, no se creía lo que estaba pasando. De hecho, en nuestra opinión, se creía impune, como si el negocio de la prostitución no fuera con él", argumenta otro policía.
Las 350 mujeres que trabajaban para Abdelkader pertenecían a 13 nacionalidades distintas. En su mayoría eran de origen sudamericano, pero también había españolas. Tan solo una ha pedido ser testigo protegido dentro de la causa. Y aproximadamente 35 o 40 han ingresado en el centro de internamiento de extranjeros (CIE) ya que están de forma irregular en España y tienen órdenes vigentes de expulsión. "¿El resto? Pues muchas de ellas volverán a la prostitución. Si no es con una banda, será con otra", resume otro mando policial. Y la historia continuará.
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