_
_
_
_
Reportaje:de símbolo sexual a actriz respetada

Angelina 'Bond'

Andrew Morton, en una biografía no autorizada, cuenta la vida de Angelina Jolie, actriz y gran matrona, a la que persigue su fama de violenta y promiscua

En un día de 2007 la presidenta de Sony Pictures, Amy Pascal, llamó por teléfono a Angelina Jolie. "¿Te apetece ser una chica Bond?", le preguntó. "No", respondió Jolie. "Yo quiero ser Bond".

Cuando, meses después, Tom Cruise renunció a interpretar a un agente de la CIA en el thriller de acción Salt, que se estrena a finales de mes en España, decidieron cambiarle el sexo al protagonista y ofrecerle el papel a Jolie. De Edwin Salt pasó a ser Evelyn Salt. Angelina ya es Bond. Consiguió, en su primer fin de semana en los cines de Estados Unidos, 27 millones de euros en recaudación.

Jolie ha cimentado su carrera sobre papeles duros y violentos, en una constante huida del estereotipo de la novia de América. Cuando, en otra ocasión, le preguntaron quién era su modelo de interpretación, dijo: "Al Pacino o Brando".

A lo largo de estos años, Jolie ha dado mucho de qué hablar. Una nueva biografía no autorizada, escrita por Andrew Morton célebre por sus libros sobre Tom Cruise y Madonna, explora ahora el luctuoso mito de Angelina Jolie. Sigue el rastro de la Angelina atormentada, para encontrarla en el verdadero momento en el que el infortunio plantó en su subconsciente la semilla de la aflicción: el de la traición del padre.

El 4 de junio de 1975 nació Angelina. Su padre es el actor Jon Voight, un donjuán hollywoodiense "que atraía a las mujeres como la luz a las polillas", escribe Morton. Así, engañó y abandonó a su mujer, la actriz Marcheline Bertrand, cuando Angelina tenía solo un año. La niña nunca superó que su padre buscara en las camas de otras mujeres lo que no le satisfacía en casa.

En este cuento de hadas a la inversa Jolie creció para ser rebelde. Según Morton, para ocupar el lugar de aquella mujer que le arrancó a su padre: la otra. Aquello mismo le hizo a Jennifer Aniston, la eterna aspirante a novia de América: le robó el marido, Brad Pitt, durante el rodaje de Sr. y Sra. Smith en 2005.

Angelina se hizo famosa, sin aviso, en 1996. The New York Times escribió entonces un perfil sobre ella: la hija de actores que renunció a su apellido. Había escogido Jolie, que en realidad era un segundo nombre. Aquello revelaba algo de la tormentosa relación que viviría con su padre, con el que dejó de hablarse durante años y a quien sólo ha permitido conocer a sus nietos el pasado mes de febrero.

En los años noventa andaba casada con el actor británico Johnny Lee Miller. En la boda lució cuero negro y pintó el nombre de su prometido en su espalda con sangre. "El sacrificio lo hizo especial", dijo. Se divorciarían pronto.

Los papeles que eligió en aquellos días dan fe de su insatisfacción. Encarnó a Gia Carangi, una modelo adicta a la heroína que murió de sida en los ochenta. Su intensa interpretación de una joven recluida en un sanatorio en Inocencia interrumpida le brindó un Oscar. Lo tenía todo, pero no quería nada.

A la gala de los Oscar, en 2000, llegó de la mano de su hermano James Haven. En cuanto le dieron el galardón, dijo en el escenario: "Amo a mi hermano muchísimo". Y, causando un escándalo nacional, le plantó un largo beso en los labios.

Con los años se acrecentó su devoción por la sangre y por tatuar en su piel los nombres de sus maridos. Tras un escarceo lésbico con la modelo y actriz Jenny Shimizu, se casó con Billy Bob Thornton, a quien había conocido en 1999, durante el rodaje de Pushing tin.

En una entrevista de portada en la revista Rolling Stone, en 2001, la pareja abrió las puertas de su nido de amor en Beverly Hills. Sobre la cama había una inscripción, hecha con la sangre de ella: "Hasta el final de los días". Se había grabado el nombre de Thornton en la ingle. Lucía un collar dentro del cual guardaba la sangre de su marido. Ambos firmaron, ante notario y con su propia sangre, un documento en el que decían que querían ser enterrados juntos.

En aquella época Angelina visitó campos de refugiados y mutilados de la ONU en Sierra Leona y Tanzania. Aquello le cambió la vida. Allí comenzó una labor humanitaria que, a los ojos de la prensa del corazón, siempre parece insuficiente.

Pero ¿qué más puede hacer Jolie? Cede un tercio de su sueldo a instituciones de caridad. Es embajadora de buena voluntad de la ONU. Ha visitado a comunidades desfavorecidas en Sudán, Tailandia, Ecuador, India y Pakistán. Ha fundado la organización Acción Global para los Niños. Desde 2007 es parte del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, junto con líderes mundiales como Jimmy Carter, Bill Clinton y Condoleezza Rice.

Desde que conoció a Pitt se ha convertido, además, en madre antes que actriz. Antes de comenzar su romance había tramitado la adopción de Maddox, de Camboya. Luego llegó Zahara, desde Etiopía. Shiloh, nacida en Namibia en 2006, fue la primera de tres hijos naturales. Pax llegó posteriormente, adoptado desde Vietnam. Knox y Vivienne nacieron hace dos años en Francia.

Los tabloides preferían a la Jolie drogadicta, promiscua, incestuosa, violenta o suicida. Cualquier cosa menos madre de familia. Recelosos, cada cierto tiempo le atribuyen escarceos, infidelidades, divorcios y reconciliaciones al alimón.

Estoica e impasible, Angelina se ha convertido también en una actriz respetada. En 2007 sostuvo ella sola, con su interpretación, el drama Un corazón invencible, de Michael Winterbottom. Un año después, Clint Eastwood la eligió para interpretar a una sufrida madre en El intercambio, su segunda nominación a los Oscar.

Últimamente pasa tanto tiempo en Washington como en Los Ángeles o donde quiera que esté rodando sus películas. Va al Congreso a pedir dinero para refugiados, huérfanos, mutilados, enfermos de sida. Cualquier causa noble merece su atención.

Siempre viaja con su prole. Asegura, a quien la quiera oír, que actuar es secundario en su vida. Nunca ve sus películas. Cada vez asume menos proyectos. Se la ve menos como el símbolo sexual gótico que parecía destinado a acabar de forma trágica y más como una gran matrona que quiere cuidar de todos los desfavorecidos del mundo. No tanto Pacino. Más una misionera.

Angelina Jolie, en el preestreno de la película Salt, en Tokio (Japón), el pasado 27 de julio.
Angelina Jolie, en el preestreno de la película Salt, en Tokio (Japón), el pasado 27 de julio.Getty Images / Koji Watanabe

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_