Un conflicto con mucho en juego
Las políticas monetaria y fiscal de Brasil empiezan a cuadrar. Tras un nuevo aumento de los tipos de interés, hasta el 10,75%, el dinero escasea en la mayor economía de Latinoamérica. No obstante, Brasil aún tiene grandes planes de gasto a través de empresas estatales y concesión de préstamos. Después de las elecciones presidenciales previstas para octubre, el país se enfrenta a drásticas medidas fiscales o a una elevada inflación.
Se han realizado esfuerzos para limitar el gasto en Brasil. El nuevo tipo a corto plazo representa un aumento real de casi seis puntos porcentuales por encima de la inflación interanual de junio de los precios al consumo, del 4,8%. Al gobernador del banco central, Henrique Meirelles, se le atribuye el mérito de haber resuelto el problema de inflación de Brasil durante sus siete años en el cargo. La decisión de aumentar los tipos 50 puntos básicos en lugar de 75 ha sorprendido a los mercados, pero seguramente se trate de un compromiso preelectoral que las bajas cifras de inflación de junio han hecho más fácil.
El endurecimiento de la política monetaria ha venido acompañado de una relajación de la política fiscal. El gasto público incluido en los presupuestos de diciembre iba a aumentar un moderado 10,7% en 2010, y se le ha sometido a modestos recortes adicionales. Sin embargo, actualmente se prevé que los gastos extrapresupuestarios en más de 100 empresas estatales brasileñas aumenten un 32% en 2010. Es más, los préstamos realizados por el banco estatal de desarrollo BNDES aumentaron un 41% en los primeros cinco meses del año.
Y aún hay más. El Gobierno anunció hace poco un plan de inversión en infraestructuras de 886.000 millones de dólares, el Programa para Acelerar el Crecimiento, para los próximos siete años. Por eso, aunque el grupo de expertos de The Economist prevé que el déficit presupuestario oficial sea de solo el 1,9% del PIB en 2010, da la impresión de que la estabilidad económica va a necesitar grandes recortes después de las elecciones de octubre. El candidato de la oposición, José Serra, ha prometido estos recortes; Dilma Rousseff, la candidata del partido gobernante, es partidaria de un mayor gasto gubernamental.
Las dos políticas apuntan actualmente a direcciones opuestas. Si la disciplina fiscal se restablece tras las elecciones, una continuación de la disciplina monetaria debería garantizar que Brasil disfrute de un largo periodo de crecimiento sin inflación. Pero si el gasto siguiera aumentando, la presión sobre la política monetaria podría intensificarse. Esto haría que fuera más probable que un presidente recién elegido lograra suscitar un cambio en la política de tipos y una brusca subida de los precios. -
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