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París no tiene sed

Antonio Jiménez Barca

No es fácil encontrar fuentes para beber en las calles de París. El Ayuntamiento parisiense las cifra en 112. Muchas de ellas, pagadas en el siglo XIX por el filántropo Richard Wallace, que instauró el modelo. Son bonitas, con cariátides protegiendo el chorro, pero poco operativas. Con todo, ahí están. La guía Boire eau à Paris (beber agua en París), publicada por el Ayuntamiento en 2009, ofrece un mapa. Ahí se ve que hay barrios enteros, como el siete, por ejemplo (donde está la Torre Eiffel, entre otras cosas) que solo cuenta con dos de esas fuentes.

Ahora bien: los parques y jardines esconden más. Casi 200, repartidas por todo París. Son menos bonitas, mucho más modernas, pero más prácticas. Muchas se encuentran al lado de los columpios de los niños. Un parisiense lo explicaba: "Bueno, hay que comprarse una botellita de agua si se quiere pasear, eso es verdad. Pero también es verdad que aquí hace mucho menos sol que en España y llueve mucho más. No nos hace falta tanta fuente".

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Un chorrito cada vez más débil

Las fuentes de sir Richard Wallace se fabricaron en 1872. Sus grifos decorativos se hicieron famosos a partir de la Exposición Universal de París de 1889 y empezaron a saltar a otras ciudades. Todavía se conservan algunas en San Sebastián, secas, solo con función ornamental; antiguamente daban de beber a los donostiarras en el paseo de la Concha. En Barcelona quedan dos copias de este modelo y uno original. También están en Ferrol. Las cariátides de sir Richard han llegado a ciudades como Lisboa, Río de Janeiro y hasta Macao, en 2005.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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