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OPINIÓN
Columna
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¿Repetirá Zapatero?

Una de las especulaciones más entretenidas del momento es si Zapatero volverá a presentarse como candidato a presidente del Gobierno. Circulan diversas teorías, desde la presión familiar para que lo deje, hasta la imposibilidad de concurrir de nuevo a unas elecciones tras la crisis de su programa social y la ruptura con los sindicatos. A falta de respuesta clara del interesado, hay un dato fundamental que él no pasará por alto: las encuestas.

Comparando la situación de dirigentes europeos que llevan varios años en el poder, Nicolas Sarkozy se encuentra en el punto más alto de impopularidad, a los tres años de ser elegido y cuando le quedan dos para la reválida. Angela Merkel, reelegida hace menos de un año, pierde popularidad velozmente. Por imperfecta que sea la herramienta de los sondeos, no hay otra que permita medir las posibilidades de un político: el cerebral Gordon Brown intentó desafiarlos y se vio apeado del poder y del liderazgo laborista. Zapatero no solo es consciente de ello, sino de que la izquierda ha sido barrida de los Gobiernos europeos en todas las elecciones generales recientes -con la excepción de Portugal, y en este caso de forma apurada-. Los expertos en opinión pública atribuyen el desgaste de cada mandatario a tensiones nacionales, pero en todos los casos se aprecia un denominador común: la crisis económica y la incertidumbre ante el futuro. Por eso Zapatero se ha hecho pragmático, comprando soluciones hasta ahora ajenas a su modo de pensar.

La ciudadanía está harta de la política reducida a crispación. Ahora se valora más la cultura del resultado

No es probable que lo reconozca públicamente, pero los datos de los sondeos son los primeros que el jefe del Gobierno habrá de tener en cuenta. Si se mantiene la mala opinión reflejada por las encuestas del presente, no podrá oponerse a abrir el melón sucesorio. Si esa opinión negativa se enderezase, podría decidir, con menos presión, hasta qué punto le conviene intentarlo de nuevo. Parece difícil esa remontada, porque los hechos negativos se acumulan: el nivel de paro sigue siendo enorme, es preciso podar el déficit con mano de hierro, la situación política de Cataluña se complica aún más. Imprevistos aparte, los sondeos buscarán la reacción a tres citas clave posveraniegas: la huelga general del 29 de septiembre, de la que depende que se consolide (o no) la impresión de corte con la masa social; el efecto de las elecciones autonómicas en Cataluña, y el del voto a los Presupuestos del Estado para 2011. Si no pasara este último trago, Zapatero ya no tendría dique al que agarrarse.

Cuando los lazos con el pueblo se debilitan, lo excepcional es rehacerlos. Con los datos del pasado podría formularse la hipótesis de que una confrontación electoral muy dura sería útil a dirigentes con niveles de popularidad tan bajos como Zapatero y Rajoy. Pero ese camino es muy arriesgado, porque las encuestas también revelan que la ciudadanía está harta de la política reducida a crispación. Ahora se valora más la cultura del resultado.

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