Hay desafección, no cambio
La encuesta autonómica del CIS revela la combustión lenta en el PP de Camps
Han pasado casi cinco años desde que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizó su primer barómetro autonómico. El segundo estudio, cuyo trabajo de campo se realizó entre enero y marzo de este año, y que se ha dado a conocer en la última semana, ofrece pistas significativas sobre las corrientes de fondo.
El elemento que emerge con más fuerza es la desafección hacia la gestión del presidente de la Generalitat, Francisco Camps, y su gobierno. En una sociedad como la valenciana, que no acostumbra a registrar grandes altibajos en sus posiciones, la corrupción política hace que la visión de los ciudadanos sobre el PP se degrade considerablemente.
"No hay pulsión de cambio, pero hay una clara desafección, en cinco años los populares han perdido mucho crédito", explica el experto en historia de las relaciones sociales y de las actitudes políticas de la Universitat Jaume I José Antonio Piqueras.
"Los casos judiciales han reemplazado a la política", afirma un experto
La oposición suspende, pero da más confianza en sanidad y educación
La percepción de honradez y eficacia del Consell se desploma. Si en el sondeo de hace cinco años un 29,2% pensaba que el Ejecutivo de Francisco Camps no era honrado, ahora lo piensa un 58,4% de los valencianos. Si en 2005 un 38% de los encuestados pensaba que el Consell no era eficaz, ahora el porcentaje se eleva hasta el 56,3.
Esta percepción condiciona también la opinión de los valencianos acerca de la capacidad de la Generalitat para defender los intereses de la Comunidad Valenciana. Hace cinco años, un 59% de los valencianos pensaba que su gobierno estaba capacitado para defender sus intereses. Hoy el porcentaje no alcanza a la mitad de los encuestados. Quienes ven incapacitado al Ejecutivo de Camps son ya el 41,3% de los valencianos, cuando hace cinco años este porcentaje era del 29%.
"Hay una combustión lenta en el PP porque los casos judiciales han reemplazado a la política", opina Piqueras, "y no creo que ese deterioro haya mejorado en los meses que han transcurrido desde que se hizo el trabajo de campo". "Habrá que ver cómo evoluciona esa tendencia porque la oposición también sale muy malparada", afirma Piqueras.
Los datos concretos referidos a la percepción de los ciudadanos sobre el presidente de la Generalitat son igual de demoledores. Si en el anterior sondeo del CIS sólo un 5,5% pensaba que Camps no era honrado, ahora lo piensa un 23.3%. Los que pensaban que era poco honrado han pasado en cinco años del 19% al 37,8% y los que lo consideran bastante honrado (un 22,1%) son hoy poco más de la mitad que en 2005.
La percepción sobre la eficacia del presidente de la Generalitat sufre también un deterioro casi tan acentuado como el de su honradez. En menor medida, otros valores del jefe del Consell, como la experiencia, la inteligencia o la prudencia, también se ven erosionados. Esta pérdida de atributos positivos no se traduce, sin embargo en un rechazo mayoritario. Ello explicaría por qué el mismo porcentaje de ciudadanos que aprueban su actuación (40,1%) es el que desaprueba su gestión (40%). Elemento que permite afirmar que todavía no hay indicios de un cambio político. Aunque el sondeo interroga a los valencianos por la gestión de los gobiernos y no inquiere demasiado por la oposición -ni en las encuestas autonómicas ni en las estatales-, la actuación de quienes aspiran a ser la alternativa política no es bien valorada por los ciudadanos. Un 39,3% la califica de regular, un 32,85 de mala y un 11,1% como muy mala.
Aún así, el sondeo del CIS recoge dos elementos significativos. Por un lado, detecta un ligerísimo escoramiento hacia la izquierda de la sociedad valenciana. Si uno es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, los valencianos se califican con un 4,78, cuando hace cinco años lo hacían con un 4,83.
Por otro lado, los encuestados consideran a la oposición mejor capacitada para gestionar la educación y la sanidad. Y, aunque son más los que creen que la oposición lo haría peor que el PP, más de la mitad de los valencianos cree que lo haría igual que el Consell en materia de seguridad ciudadana, economía, lucha contra el paro e infraestructuras.
Menos autonomistas, más dialogantes
Los datos aportados por el sondeo del CIS también arrojan luz sobre la evolución de la sociedad valenciana, que es menos autonomista que hace cinco años cuando se planteaba la reforma del Estatut. Los partidarios de un Gobierno central sin autonomías han crecido cinco puntos (del 12,3 al 18,3), mientras que los que reclamaban más autonomía han disminuido más de un 40% (del 26,2 al 14,3 actual). Aunque cuando se pregunta por el nivel competencial de la Comunidad Vaelnciana, los que piden más autonomía y los que reclaman menos autonomía se contrarrestan (23,9 frente a un 23,4) y los que prefieren que todo siga igual configuran una mayoría del 42,6%.
En las fechas del muestreo la selección española de fútbol no había ganado el mundial de Suráfrica, pero el orgullo de ser español se había reducido ligeramente entre los valencianos, cuyo sentimiento de valencianía repuntaba entre quienes se sentían muy orgullosos.
La encuesta tiene, para Piqueras, otra característica en una situación de crisis como la actual: "La gente censura la confrontación y el victimismo respecto al Gobierno central y pide que haya negociación". Un 76,2% de los valencianos cree que, en caso de desacuerdo, la Generalitat debería negociar con el Gobierno para llegar a un acuerdo. Aunque casi el mismo porcentaje tiene claro que las relaciones entre las dos Administraciones son de enfrentamiento.
Estos indicadores, junto a otros que incluye el sondeo respecto a la gestión del Consell en plena crisis económica, permiten aventurar que el malestar hacia el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero no aumenta significativamente. "Con la crisis, en toda España hay un descenso de apoyos al Gobierno socialista, pero en la Comunidad Valenciana la repercusión es menor porque se produce sobre un malestar preexistente", apunta Piqueras, que se refiere a la mala percepción que tenían los valencianos del trato que reciben de la Administración central.
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