Félix Petite, un hombre de teatro
Mutis silencioso de un hombre cabal, de un integral hombre de teatro. Félix González Petite o, mejor, Félix Petite, tal como le conocíamos numerosos teatreros, dejó la escena definitivamente la tarde del miércoles 21 de julio a los 68 años. Nacido en Vitoria en 1942, su tantas veces avisado final ha sido provocado por un tumor pulmonar, pero su cuerpo alojó otros males que casi nunca quiso considerar, siempre ocultados a los cercanos con el animoso fin de seguir en la escena o en sus aledaños.
Hace 44 años que sé de él. Primero, a través de cartas y llamadas telefónicas para fijar representaciones de grupos teatrales independientes en Vitoria, donde era ya estimado periodista, significativo crítico, actor y director escénico (La Farándula) y, para nosotros, sobre todo, uno de los más precisos y activos animadores escénicos de este país, en medio de las continuas represiones locales de la entonces vetusta ciudad.
Cuatro años más tarde le conocí en persona, embutido en ese pequeño cuerpo con su espina dorsal doblemente combada, debido a un accidente, y más allá de su aparente hosquedad pude constatar su franqueza, conocer sus secretas ternuras, la capacidad y disponibilidad para el trabajo, su hospitalidad, su inteligencia y discreción, un ser leal y sincero, de esos de "al pan, pan, y al vino, vino", acaso heredado de sus ancestros castellanos y de su asentamiento en la llanada vasca.
A partir de 1975 tuve el honor de colaborar con él (Jesús López Quintana tampoco te olvidará nunca) en la organización de los primeros festivales internacionales de teatro de Vitoria, siempre unido al placer de conversar y discutir frente a unas chuletas de cordero y buen vino en Haro, en Berantevilla, en Vitoria. Y de ser los promotores de la organización de la Cooperativa de Producción Teatral Denok, esa entidad escénica que marcó una época en su entorno por su apuesta fundamentalmente profesional, tan comprometida con nuestro tiempo como la de cualesquiera otros que pretendieron intimidarnos, a la que él se dedicó con entusiasmo, siempre cabal y luchador contra tontos y malvados, desechando un consolidado presente y un prometedor futuro en medios de prensa.
Nuestro rumbo profesional se bifurcó en 1980, pero nuestra amistad y colaboración profesional han pervivido hasta hace dos días: siempre hubo mutuo consejo y mediaron apoyos entre nosotros. Y a mí me queda el orgullo de reconocer su espléndido recorrido teatral: innumerables interpretaciones mejoradas con su característica voz, su coordinación de la mencionada cooperativa en tiempos duros, la dirección personalizada del festival internacional, su continuada labor crítica y su espléndida y ejemplar labor de programación en los teatros de Vitoria... Un referente cultural y humano fundamental para la ciudad que, gracias a él, siempre nos acogió con afecto y un perfecto sentido de la hospitalidad.
Tus viejos amigos y compañeros vamos a celebrarte con una reserva del mejor vino de Rioja. Deja esposa, Concha, una animosa madre coraje, e hijos, Daniel y Carlos.
Manu Aguilar es gestor teatral.
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