Una cárcel en el país de las maravillas
Los presos de Volterra estrenan la espectacular 'Hamlice', basada en 'Hamlet' y 'Alicia'
"Estoy desesperada, enamorada, pienso siempre en él". La canción pegadiza de Maria Nazionale, la versión napolitana de una cantaora -más gorda y menos ronca- explota en el aire. Los hombres tiran al cielo las pelucas, los gorros, las chaquetas que sirven de vestimentas de escena. El Sombrerero Loco también lanza su chistera. Como los otros, libera la tensión al final de un largo día de ensayos. Es un intérprete de La Fortezza, compañía teatral con una insólita característica: sus actores son presos y su escenario es el patio de la cárcel de Volterra, en la Toscana.
La larga chistera negra parece trepar la muralla de ladrillos que desde hace 500 años cierra esta prisión de máxima seguridad, donde hoy viven 150 internos. "Actuar es nuestra manera de escapar con la fantasía", dice uno de ellos colocándose elegantemente el sombrero bajo el brazo. Casi dos metros de altura, la mirada azul hielo y la sonrisa de un niño crecido deprisa, Elton Salaj es albanés, tiene 31 años y lleva 12 meses en Volterra. El espectáculo Hamlice, mezcla de Hamlet y Alicia, que la compañía representará del 26 al 31 de julio, supone su debut. "Mis compañeros me han convencido. Cuando vas a pasar muchos años dentro, no está mal pasarse unas horas al día siendo un personaje inventado. Vestirse así, maquillarse, es divertido".
La 'troupe' de La Fortezza lleva 22 años de éxitos, con premios incluidos
Han representado ya textos inspirados en Weiss, Genet, Brecht y Pasolini
"Quién me lo iba a decir, antes de entrar aquí, que pasaría gran parte de mi tiempo disfrazado de mujer con pintalabios y peluca", dice a coro su compatriota Dorian Cenka, 26 años, listo para su segundo espectáculo. Los ojos le brillan bajo la máscara y la raya de lápiz negro. "Yo también me enamoré, hace siete meses estando de permiso. En la desdicha, me siento afortunado".
Alrededor de 40 presos [una veintena actúan y los otros trabajan entre bambalinas] contribuyen cada año al montaje de un espectáculo dirigido por la pasión de Armando Punzo y sus colaboradores. De las 213 cárceles que hay en Italia [con 70.000 presos], más de 100 tienen un programa de teatro. Pero La Fortezza es la compañía más antigua, más profesional y estructurada. Hace 22 años, Punzo superó la muralla, los controles, los permisos y el recelo. "Quería hacer teatro con quien lo necesita y no lo considera un mero entretenimiento intelectual. Con estos hombres he vuelto a percibir el contacto entre escenario y sociedad. Desde entonces, entro dos veces al día", explica Punzo. Desde 1988 ha llovido mucho. "Al principio todo era complicado. Usar zapatos con cordones o tijeras para preparar la escenografía era un trámite burocrático infinito". Con el tiempo, gracias también a un equipo de policías iluminados que aplauden y animan en los ensayos, los mecanismos se han engrasado. La Fortezza ha llevado al patio de la cárcel textos inspirados a Weiss, Genet, Pasolini, Shakespeare, Brecht. Por cada réplica acceden más de 50 personas, y se organizan giras. Punzo y sus hombres ganaron dos veces el premio Ubu Roy, que un jurado de prestigiosos críticos otorga al mejor espectáculo italiano del año.
Alessandro Cervasio, de 43 años, refunfuña porque a 35 grados y un sol abrasador, le toca ponerse una chaqueta de terciopelo. "Bueno, soy el Rey, ésta me da el toque de gran señor. ¿A que sí?", acaba convenciéndose. En las celdas abiertas se improvisan bastidores, tocadores, almacenes. La pasión de los actores es tal, que algunos renuncian a la libertad para no dejar a medias el espectáculo. Massimo Basile, 31 años, una mujer y dos niños en Nápoles, tiene permiso para irse a casa. "Lo he aplazado porque quiero acabar lo que empecé. Me iré con la grabación del espectáculo, para que mi familia vea que por una vez he hecho algo bueno". Massimiliano Mazzoni, 45 años de Bolonia, veterano de la compañía, actúa como Reina. "El teatro me ha quitado la vergüenza. Me acuerdo la primera vez que me aplaudieron. Tenía a 300 personas enfrente. Le puse coraje y les gusté. Increíble".
"Es la única compañía teatral en la cárcel constituida por profesionales", comenta el crítico del Corriere Massimo Marino. "Les invitan a festivales, salen de gira con permisos de trabajo, pertenecen al gremio y cotizan como actores". Jamel Soltani, tunecino de 46 años, ya es libre. Colabora con Carte Blanche, la asociación que gestiona la Fortezza y organiza el festival de Volterra cada julio. Jamel vive fuera de la muralla. "Pido permiso para entrar, no para salir. Por mis méritos como actor me rebajaron la pena. Soy el único caso en Italia". Esperemos que no el último...
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