El sótano
Para bien o para mal, es el signo de los tiempos. ¿Qué suele haber en los sótanos de las iglesias? En las antiguas catedrales, osarios y tumbas de grandes personajes, reyes, papas, cardenales u obispos. En otras, espacios habilitados como museos eclesiales u oficinas parroquiales. ¿Y en las iglesias que se construyen en la actualidad? Un supermercado. ¿Por qué no? Así va a ser en la nueva Parroquia de Riberas de Loiola, en Donostia, diseñado por el arquitecto Rafael Moneo (la parroquia, no el supermercado). Más de mil metros cuadrados subterráneos, con cuya venta esperan cubrir el 75% de los 9,5 millones de euros que va a costar la iglesia. Aunque, según leo, para "mantener el carácter sagrado del suelo", el sótano se extiende más bien alrededor del templo, con una entrada independiente y apartada.
Las iglesias siempre han sido edificios verticales, con algún dedo-torre o campanario rozando los cielos. Parecería que lo sagrado fluye en ellos de arriba abajo y viceversa, como un campo electromagnético que no deja lugar para nada intocado, ningún espacio subterráneo o aéreo que escape de ese poderío vertical. Pero he ahí que, en pleno siglo XXI, los mecenas de otras épocas y las arcas de diezmos obligatorios de los feligreses han desaparecido. Lo pragmático se impone, pues, a la hora de buscar financiación. "Hemos perdido el subsuelo de la fe -parecen pensar-, pero no desesperemos, todavía podemos levantar iglesias vanguardistas (¿y llenarlas?). Lo verdaderamente impensable sería que el supermercado estuviera arriba, apuntando hacia el cielo, y la parroquia abajo, en el sótano...". Tal vez todo esto tenga algo que ver con la explicación de Moneo sobre la planta en "cruz quebrada" y sobre esos interiores "no estrictamente simétricos" que pretenden reflejar, según el arquitecto, "las tensiones del mundo de hoy". Puede que sea, en efecto, un reconocimiento de todas nuestras contradicciones, criaturas de un dios quebrado, asimétrico.
No puedo evitar encontrar paralelismos por doquier. En la política, para empezar. Nos preguntamos todos qué sacará esta vez el PNV de un PSOE hambriento que necesita sus votos desesperadamente para aprobar los presupuestos. Ambos tienen unas parroquias que han de contentar (y seguir seduciendo) y a las que han de mostrar como triunfos sus habilidades negociadoras. En el subsuelo, en el sótano, oímos el runrún del supermercado. Un jaleo de ofertas, contraofertas y máquinas registradoras. Ni los feligreses ni los paganos saben exactamente qué están negociando, sólo les llegarán los sermones del templo, limpiados de mugre materialista y preñados de términos como "bien común", "preocupación nacional" o "responsabilidad", todo eso que aquí llaman "hacer país". Muchos nombres para nuestros "cielos políticos", pero ninguno de ellos libre de la quebrada y asimétrica sombra que asciende de los sótanos...
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