¡Vivan los novios!
No se conoce la fecha pero sí el autor del vestido nupcial: John Galiano. Nadie podría hacer una lista de invitados, pese a que fueron un puñado, ni el lugar exacto de la celebración. Se produjo por lo civil y en el archipiélago atlántico de las Bahamas, donde ella rueda la cuarta entrega de Piratas del Caribe.
La pareja de cine española más internacional, Javier Encinas Bardem y Penélope Cruz, se han casado de la manera menos glamourosa que cualquiera pueda imaginar. En la intimidad, lejos de casa, ocultos, en una isla, como presos de un complejo que les hace ser más acosados por los medios.
El secretismo con que han llevado su relación puede que acreciente mucho más el morbo que producen sus fotos robadas. Es muy respetable esa búsqueda de la privacidad en un mundo donde la tentación de la gran exclusiva hace prostituirse ante las cámaras a infinidad de clanes absolutamente prescindibles.
Los más suspicaces apuntan dudas sobre la boda, en principio, secreta. Si hubiesen deseado contra viento y marea preservar su intimidad, probablemente no hubiese trascendido como único dato rigurosamente fiable el nombre del diseñador del vestido de la novia. Y, sobre todo, el mejor momento para el anuncio de su enlace hubiese sido justamente cuando dicen que se produjo: unos apuntan al 7, otros al 9 de julio.
Habrían pasado la mar de inadvertidos precisamente en esas fechas, guardadas en el calendario para un acontecimiento único. La fase final de un Mundial de fútbol que en España se vivió con el aliento suspendido y que acabó ganando la selección española. La fecha de la filtración de la noticia de la boda -el martes pasado, cuando ya se vivía la resaca de las celebraciones- huele a chamusquina. Finalmente, tanta obsesión por el secretismo quedaba un tanto embadurnada por la apariencia contraria: deseo de protagonismo, por lo demás perfectamente comprensible.
Y total, ¿qué más da? Las bodas suelen producir los mejores deseos para los contrayentes. Más si se trata de una pareja admirada internacionalmente por su trayectoria en el cine. Dos ganadores de un Oscar. Dos jóvenes talentos en ascenso y superación. No hay que ver tantos fantasmas alrededor del éxito. Es bueno que la gente se alegre de la felicidad de otros.
Por tanto: ¡Vivan los novios!
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