"Sueño que Ramala es Málaga"
Un grupo de niños de Gaza y Cisjordania pasa sus vacaciones en Andalucía
May tiene una bala de fuego israelí alojada en el estómago desde hace años, pero esta mañana, con un bañador azul intenso tapando la cicatriz de su abdomen, sonríe y dice que está muy contenta. Se está pintando las uñas de azul, para ir a juego.
Está sentada sobre una toalla en la playa de la Misericordia, en Málaga, bajo una sombrilla. Tiene 10 años y juega con un teléfono móvil mirando al mar. El pasado lunes aterrizó en España, era la primera vez que subía a un avión. Desde entonces, ha hecho muchas cosas por primera vez. Un día de estos seguramente perderá el miedo y se lanzará al agua como ya hacen el resto de niños palestinos que han sido apartados por unos días de los campos de refugiados de Gaza y Cisjordania para pasar unas verdaderas vacaciones en Málaga y otras ciudades españolas, dentro del programa Vacaciones por la paz, de la ONG Paz Ahora.
Muchos participantes en el programa son huérfanos o hijos de presos
No saben nadar, pero los flotadores desinflados siguen intactos en las bolsas, se zambullen sin miedo y se salpican, animados por Marta Martín, de 25 años, que es la monitora que los acompaña. No se entienden, pero hablan el idioma universal del juego. En unos días se les unirán nuevos compañeros, ya que Israel ha puesto millones de trabas a la salida de un grupo de niños de la Franja. El jueves por fin aterrizaron en Barcelona y algunos de ellos pronto estarán disfrutando del sol andaluz.
A pocos metros del agua Alaa, que también es palestina y colabora con la ONG como intérprete, vigila a los niños. Entre árabe, inglés y español las conversaciones van saliendo y Dana, de 10 años, se presenta con desparpajo para pedir una entrevista. Cuenta que está feliz de poder jugar con el resto de niños y vuelve corriendo al agua, reafirmando sus palabras.
En la orilla Reem, una niña de 11 años, hace castillos de arena. Advierte enseguida de que Palestina no está muy lejos del mar, pero que nunca pueden ir a la playa. Todos los niños del programa viven en centros de refugiados de Gaza y Cisjordania y han sido escogidos por la ONG por su situación de vulnerabilidad. Muchos de ellos son huérfanos o tienen a uno de sus padres en prisión, lo que dificulta aún más sus complicadas condiciones de vida.
Sueñan con que Ramala, en Cisjordania, se vuelva pronto "tan bonita como Málaga"; dos de las niñas sueñan con olvidar cómo sus padres murieron ante sus ojos por los disparos de un soldado israelí, y otra querría borrar la marca de metralla que ha marcado para siempre su brazo.
Se ríen y hablan entre ellos cuando se les pregunta por los israelíes. La traductora se ríe con ellos y piensa bien antes de responder. "Dicen que son muy malos", se limita a decir. Seguramente también dicen otras cosas, pero se las quedan entre ellos.
A final de julio, los 56 niños del programa, que están repartidos entre Cataluña, País Vasco y Andalucía, se reunirán en Madrid. Allí dedicarán una semana a intentar olvidar la violencia y el odio que les rodea en los campos de refugiados. "La idea es que aprendan a convivir en paz y que sirvan de semilla en su entorno", dice Carmen Ciudad, responsable de los pequeños en España.
Hasta entonces seguirán tostándose al sol y chapoteando en el Mediterráneo.
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