Fellini, contra la modernidad
Una exposición revela las fuentes de inspiración del cineasta italiano
Amaba el pasado y despreciaba el presente que le tocó vivir. No le gustaba nada la sociedad italiana de la segunda parte del siglo XX. Sus películas mostraron ese sarcasmo y ese desprecio profundo por la modernidad. Federico Fellini (Rímini, 1920-Roma, 1993) uno de los nombres esenciales de la historia del cine, incorporó a su extensa filmografía todo lo que veía en su entorno. Y llevó a la gran pantalla su obsesión por las mujeres, su ambigua relación con el catolicismo o con el psicoanálisis. De todo ello da cuenta la exposición Federico Fellini. El circo de las ilusiones que hasta el 26 de diciembre se puede ver en Caixaforum Madrid. Más de 110.000 personas han visto la muestra durante su estancia en Barcelona.
Ganador de cinco oscars, uno de ellos a toda su carrera, su filmografía está llena de obras indisolublemente unidas a la cultura europea: La dolce vita, La Strada, Amarcord, Roma, 8 y 1/2... La exposición trata de contar todo lo que le sirvió de inspiración. Se exponen dibujos, tebeos, recortes de periódicos, fragmentos de entrevistas, cortes de sus películas en diferentes idiomas. Sin orden cronológico ni histórico, las 400 piezas que vertebran la exposición recogen todas las obsesiones del maestro en cuatro espacios en los que se desmenuza todo su mundo. Hay muchas fotografías de gran formato con su actor fetiche, Marcello Mastroianni. Casi siempre son imágenes tomadas durante los rodajes en las que se ve al actor en solitario o ensayando con el director. Siempre se ha dicho que Matroianni era el modelo perfecto de hombre para Fellini, el hombre que le hubiera gustado ser.
Abundan también los dibujos que hizo en sus años de colegial, luego en la prensa y finalmente como esquemas de trabajo para los escenarios y el vestuario de sus filmes.
En el apartado dedicado a sus fuentes de inspiración, no podían faltar los recortes de las noticias reales en las que se basaron las escenas más escandalosas de sus películas, como los estriptis que remataban las salidas nocturnas en la Roma de finales de los cincuenta y sesenta. Anita Ekberg, fumando despatarrada durante un descanso del rodaje de La dolce Vita es una de las más bellas fotos de la exposición.
Pero las auténticas joyas están en los monitores. Son vídeos, inéditos en su mayor parte, en los que los protagonistas del mundo felliniano hablan durante los rodajes o en entrevistas para televisión. Es un espectáculo extra, poder ver y oír a Maria Antonietta Beluzzi, la estanquera de Amarcord, explicar cómo construyó su inolvidable personaje.
Vittorio Boarini, presidente de la Fundación Fellini en Rímini, colaborador directo de Fellini durante muchos años, resumió ayer que esta es una ocasión para entender por qué Fellini fue el gran crítico de la modernidad. "No porque fuera un reaccionario, sino porque le aterrorizaba ver cómo la sociedad italiana entraba en una carrera sin freno hacia un mundo sin valores".
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