El relleno
En plena era de la globalización, donde las fronteras son líneas invisibles y en segundos uno se desplaza por ámbitos inabarcables de información, el apego a lo propio, a lo pequeño, a lo que uno considera esencial, nos recuerda que nosotros también somos árboles que por más que robustecen su tronco exterior, crecen también por la raíz. Como muestra, baste advertir que en esta semana se han fabricado más banderas en nuestro país que en todo el año pasado. Banderas que lo mismo servían para celebrar el buen camino de la selección de fútbol, que para evidenciar la incomodidad del catalanismo en el ámbito nacional. Y aunque uno no aprecie las banderas, entiende que los ciudadanos las abrazan como el bebé aferra con el puño el dedo que cualquiera les ofrece, porque una vez fuera de la placenta materna se siente solo, perdido, abandonado. El problema llega cuando ese dedo adulto no es ofrecido como consuelo y protección, con el calor de la confianza, sino que, como ha pasado muchas veces con las banderas, ese dedo pretende apropiarse de la voluntad, generar encono, violencia, dramáticas rivalidades.
Por suerte el fútbol lo tapa todo. Es el lenguaje emocional del país. Su manto ha cubierto nuestras crisis y reducido a cinco líneas cualquier noticia rival. Mirando la televisión para dar noticia en esta columna, veo que los canales son fabricantes esmerados de relleno. Solo quieren relleno, jamás esencia. El fútbol les ha proporcionado una ocasión única para dedicarse al relleno. Al reportaje de curiosidades, al retrato de calle, al bombo y al alirón, a la relevancia de un pulpo. En la CNN americana conectaron con España para mostrar que aquí nos comemos los pulpos y de paso preguntarle al cocinero su previsión para la final. Relleno, todo relleno. Los partidos de la selección en el Mundial han durado un total de 660 minutos. Solo en el día de ayer y tan solo en Tele 5 se dedicó ese mismo tiempo al relleno prepartido, pospartido, parapartido, protopartido, peripartido. Es como si al sentarnos a comer, nos llenaran el plato de relleno y muy al fondo, en una esquinita, nos sirvieran la hebra del pavo, esa que lo justifica todo.
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