Un yudoca en la final
Javier Miñano, el preparador físico de la selección, se pagó los estudios dando clases de yudo y llegó al fútbol por la mili
Javier Miñano Espín, (Madrid, 1967) nunca pensó que acabaría dedicándose a ser preparador físico, ni cuando estudiaba en el INEF. Jugaba al fútbol en su barrio, en San Blas, y siempre le gustó. Pero se pagó la carrera dando clases de yudo, así que nunca imaginó que mañana viviría la final de un Mundial, la primera de España, sentado en el banquillo junto al seleccionador. Cinturón negro, segundo dan, está convencido de que el yudo es el deporte perfecto para niños de cinco y seis años porque facilita la coordinación de piernas y brazos y la utilización del cuerpo, del equilibrio, del desequilibrio y el del respeto que hay que tener al adversario. Por eso, lo ve perfectamente compatible con el desarrollo del niño que quiere jugar al fútbol. Pero, sobre todo, cree que la fuerza viene de la cabeza y en eso, está seguro, el equipo está listo.
"La fuerza del grupo en este momento está en la mentalidad", asegura
Casado con Lidia, responsable de marketing de Nokia, tiene dos hijos: Enzo, de 4 años y Noa, de 2. Miñano llegó al fútbol por la mili, que hizo por el IMEC. Durante el segundo semestre, José Ángel García Redondo le dio la oportunidad de llegar al juvenil, que entrenaba con Víctor Peligros. Trabajaba gratis y nunca tuvo fe en que podría hacer carrera. "No tenía padrinos", asegura. Pero en aquel Atlético convulso pasaron ocho o nueve entrenadores en tres años. Él duró uno, lo que tardó Gil en barrer la cantera rojiblanca.
Le fichó para La Fábrica del Madrid Rafa Benítez. Allí trabajó con Toni Grande en el filial, y con Arsenio Iglesias unos meses en el primer equipo. Regresó después para vivir una gloriosa etapa con Del Bosque y terminó ganando todos los títulos de la era galáctica. De aquel tiempo destaca, sin desmerecer a nadie, el trabajo con Ronaldo: "Fue un reto, llegó con problemas. Venía de un Mundial muy bueno pero con muy malas sensaciones físicas durante todo el año". Lo sacaron adelante: "Trabajar con él fue un placer". Excepto un año que pasó con Miguel Ángel Portugal en el Racing, Miñano ha hecho carrera con Del Bosque, que antes de reclamarle para la selección, se lo llevó a la efímera aventura turca en el Besiktas.
Diseñó la preparación previa al Mundial repartiendo las cargas de trabajo en tres fases: Las Rozas, Austria y los días previos al debut. Algunos levantaron la mano y automáticamente, Miñano entró, especialmente con los titulares, en la fase de partido-recuperación-partido. "Venían de ir bajando intensidad en los clubes, pero no podíamos seguir bajando más, teníamos que levantar el tono", dice. Recuerda que hay 23 estados de forma así que ha sido necesaria mucha comunicación. "Hemos hecho entrenamientos muy específicos".
Solo lamenta el problema de Albiol. Niega haber programado el trabajo para llegar a octavos al cien por cien, sino que el objetivo fue llegar bien a cada partido. "El cien por cien ha de ser de rendimiento y colectivo. No va a coincidir con el tope individual de todos, se trata de que el nivel individual sea lo más alto posible para elevar el del colectivo". Pese a la complicación de los campos, muy pesados, y los brutales descensos de temperatura durante el día, los músculos de los jugadores han aguantado. Llegados a este punto, será porque fue yudoca, o simplemente, porque de esto sabe, dice que el equipo tiene gasolina y algo más importante: "La fuerza del grupo en este momento está en la mentalidad".
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