"La bendita finura española"
Todos van con el vencedor y los sudafricanos piensan que solo un milagro salvará a Holanda
Todos los países son introvertidos, Sudáfrica un poco más. A poca gente le interesa lo que ocurre en otras tierras, a los sudafricanos menos. Viven en un país joven, con una democracia apenas entrada en la adolescencia, en el que la historia se sigue escribiendo todos los días. Tienen más que suficiente para entretenerse en casa.
Por eso fue una sorpresa ayer conducir por una calle cerca de donde vivía yo hace unos años y ver ondear en un semáforo que he atravesado mil veces una gran bandera española. Pero no fue un gesto solitario; no fue ninguna aberración. De repente, desde el partidazo que hizo la selección el miércoles contra Alemania, aparecen más y más coches luciendo banderitas españolas, más y más individuos en las calles y en los bares vistiendo la camiseta de La Roja.
Los lazos históricos entre Sudáfrica y Holanda se cortaron hace años
Es oportunismo puro, claro. Todos quieren ir con el vencedor y la idea se ha asentado entre los sudafricanos de que solo un milagro salvará a los holandeses en la gran final. Los periodistas deportivos sudafricanos se han rendido al juego de la selección de Vicente del Bosque. Ayer un redactor del diario Business Day, de Johanesburgo, expresaba la sensación general de que el entrenador alemán Joachim Löw había acertado al definir a los españoles como "los maestros del fútbol" cuando alabó "la elegancia magistral" de la selección, "la bendita finura" de su estilo de juego.
Yo mismo he constatado la admiración que despierta España, país hasta ahora prácticamente desconocido por los sudafricanos, a través de la lluvia de mensajes de texto que recibí después de la victoria contra Alemania. "¡Brillante!" "¡Fantástico!" "¡Grande!" "¡Son los mejores!" y más de un "¡Viva España!"
Más admirable y misterioso ha sido el caso de una niña de ocho años que vive en la ciudad de Kimberley, en el corazón desértico del país. Es la hija de un amigo mío negro que estuvo más de un año en el corredor de la muerte por matar a golpes a un policía que acababa de herir con bala a un niño en una manifestación contra el gobierno racista blanco en 1985. La niña, me contaba mi amigo (hoy un alto funcionario de Gobierno) por teléfono, ha sido fiel seguidora de España desde que empezó el Mundial. El padre no se lo explica, pero su hija insistió hace un mes en que le comprara una bandera española y una camiseta de la selección. Cuando acabó el partido con Alemania, el regocijo de esta niña negra sudafricana fue comparable al de cualquier crío de su edad en España.
¿Y los holandeses? Pues tienen sus fans sudafricanos también. Se ha dado un curioso fenómeno, otro sorprendente caso más de apertura al mundo: de repente muchos sudafricanos se han acordado de que tienen raíces holandesas. Los vínculos históricos y culturales entre Sudáfrica y Holanda se habían cortado hace siglos. Poco después, para ser precisos, de la llegada de los primeros colonos europeos, holandeses todos, a lo que hoy es Sudáfrica en 1652. La conexión, sumergida tanto tiempo, ha saltado a la superficie. En Ciudad del Cabo, donde Holanda ganó la semifinal contra Uruguay, las calles se vistieron de naranja. La mayoría de los que lucían los colores de Holanda en las caras, en el pelo, en la ropa no eran holandeses.
Especialmente curioso fue ver cómo los mestizos de Cape Town - la ciudad con el mayor porcentaje de gente de raza mixta en Sudáfrica- se volcaron con los descendientes de los primeros colonos blancos. Los mestizos, o coloureds, hablan en afrikaans, el idioma de la tribu dominante blanca durante los tiempos del apartheid. El afrikaans es una especie de hijo bastardo del holandés. Los coloureds (hay más de tres millones en Sudáfrica hoy) surgieron de la unión extramatrimonial entre los colonos blancos, siempre hombres (y siempre, por cierto, calvinistas devotos) y las mujeres nativas. Lejos de albergar resentimiento por estos abusos históricos, resulta que los coloureds sienten un sorprendente afecto por sus antepasados de origen holandés.
El Mundial ha abierto Sudáfrica al mundo, ha cambiado percepciones del país. Ya no es visto como un hervidero de tensión racial o de violencia indiscriminada, sino como un país unido lleno de energía generosa. El Mundial también ha abierto a los sudafricanos al mundo, les ha enseñado que la solidaridad no tiene que ser un valor exclusivamente nacionalista. Y que el fútbol que se juega en España es el mejor.
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