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Columna
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Las chavalas y el mar

Se acabó el curso. Se acabó el día. Se acabó la romería. Hemos cargado ocho en junio y no tenemos ganas de pasarnos el verano abasteciendo el hormiguero para hacer frente al crudo invierno que está a la vuelta de la esquina. Toca pasarse el día de juerga, toda la noche sin descansar, dándole al vino y a la guitarra, con las chavalas cerca del mar. Para que eso pase hacen falta varias cosas. A saber y por orden: a) música; b) bodegueros; c) fabricantes de guitarras; d) un mar limpio. Lo de la chavalada lo pone cada cual. Lo demás, que no es lo de menos, hay que procurarlo con cuidadín y es una cuestión de estado y asunto del estado. Por ello es importante recordar que el estado de las cosas son las cosas del Estado. (Entiéndase por Estado cualquiera de sus manifestaciones terrenales: ministerios, consellerías, concejalías y otros misterios). En tiempos de crisis es importante pasarlo bien y no llevar un golpe en la cabeza. Y ahí es donde el Estado nos deja en caída libre y sin paracaídas. El golpe va a ser morrocotudo si no nos ponen una red debajo. ¡Plof!

La miopía con el dinero y empleos que genera la industria cultural es de muchas dioptrías

El Estado transnacional europeo neocapitalista post-soviético neoliberal y post-industrial, o algo así, ha hundido industrias enteras, como si jugase a los barquitos, para más tarde reflotar (bancos aparte) lo que interesaba, fundamentalmente empresas con muchos empleados que no han sabido o podido salir adelante pero que crean un problema social si desaparecen. Otros sectores están más atomizados y a esos ya les puede caer encima la bomba atómica que las administraciones no consideran ni por asomo la posibilidad de rescates. Interesa más la inyección de pasta en una sola empresa de trescientos empleados que en trescientas de cuatro cada una. Es el caso de la industria cultural (libros, cine, música...), por sí sola con más peso en el PIB que la metalurgia, la minería y el naval juntos, pero con una producción que no se mide en toneladas. Y eso aquí, porque en el resto del planeta sólo es superada por negocios que, o bien son ilegales o bien inmorales. A saber: a) el tráfico de drogas; b) las armas; c) la industria farmacéutica.

La miopía local con respecto al dinero y los puestos de trabajo que genera la industria cultural es de muchas dioptrías. Dejando de lado la gigantesca maquinaria americana, conviene recordar ejemplos en países más cercanos, como Irlanda. Las dos empresas que ingresan más dinero en la verde Erín son la cerveza Guinnes y U2. El grupo de Bono es sólo la punta del iceberg de lo que la música da al país, que es mucho y da trabajo a muchísima gente. Si a eso le sumamos el turismo cultural y las camisetas con la cara de Jonathan Swift y James Joyce que les venden a los turistas, la cerveza y el whisky se quedan en semifinales. En Galicia no tenemos a U2 pero sí un sector cultural muy potente en potencia, valga la redundancia, dejado de la mano de Dios. No ve la Administración que en Corea pueden hacer barcos por menos dinero que nosotros pero nunca tendrán a Manolo Rivas ni a Carlos Nuñez, por citar dos iconos exportados y exportables. Ninguno de los dos dirige una empresa con cientos o miles de empleados pero sí son las cabezas de cadenas (librerías, tiendas de discos, producción de conciertos, imprentas, fabricantes de gaitas...) cuyos eslabones se están rompiendo por culpa del óxido y el olvido. Si en la Xunta de Galicia fueran conscientes de lo choscos que están, por lo menos los ópticos se forrarían vendiéndoles gafas.

Tenemos una materia prima, la cultural, ensalzada hasta la náusea pero que carece de sectores secundarios y terciarios en condiciones. Lo poco que había se hunde porque la Administración lo ignora y, a cambio, fabrica A Cidade da Cultura, que maldita la falta que hace y la cantidad de recursos que fagocita sin devolver nada al país ni crear puestos de trabajo más allá de los temporales que genera cualquier obra pública.

Empieza el verano. La cigarra se arranca con la canción de Los Golfos: "Y es que me paso el día de juerga, toda la noche sin descansar, dándole al vino y a la guitarra, con las chavalas cerca del mar". El invierno está a la vuelta de la esquina.

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