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Rajoy controla su discurso y evita los debates polémicos

El líder del PP elude cualquier riesgo que le pueda afectar electoralmente

Carlos E. Cué

La legislatura se ha puesto totalmente de cara para el PP. Todas las encuestas le dan al menos 10 puntos de ventaja, y cada mes sube el porcentaje de españoles que creen que ganará las elecciones. "Si no cometemos errores, ganaremos", es una de las frases más escuchadas entre dirigentes del PP. ¿Y cuál es la mejor manera de no cometer errores? No arriesgar.

Así que Mariano Rajoy, que estos días prepara un debate del estado de la nación que espera ganar con claridad, ha optado por controlar al máximo su discurso y evitar cualquier polémica que ponga el foco en él. No es que Rajoy no hable. De hecho algunos asesores piensan que aparece demasiado. Tiene hasta cuatro o cinco discursos públicos por semana. Pero todo está bajo control.

Marcó un perfil bajo con el Estatut, pero Cospedal y aún más Aznar lo trastocaron

Rajoy no sólo ha abandonado las ruedas de prensa -nunca un líder de la oposición dio tan pocas- últimamente también evita las entrevistas en prensa, radio y televisión de cobertura nacional. Incluso en medios conservadores. En plena crisis del PSOE, Rajoy lleva casi dos meses sin ofrecer ninguna. Sólo recibió a un periodista estadounidense, Phill Bennet, para un reportaje publicado en EL PAÍS. Bennet resumió así su encuentro con el líder del PP: "En el fondo, el plan económico de Rajoy consiste en apartar a Zapatero del poder".

La estrategia, que sus críticos en el partido definen como "ponerse de perfil", ha quedado más en evidencia que nunca con la sentencia del Estatut de Cataluña. Rajoy ha hecho una sola declaración controlada, -sin preguntas-, unos pocos segundos en los que pedía "mirar al futuro" y dejaba claro que quiere hablar de economía, y nada más que economía.

Claro que, mientras Rajoy evita a los medios, a los que teme mucho más que a un debate parlamentario, según explican en su entorno, sus segundos sí están obligados a atender a la prensa, y eso hace que a veces generen polémica. De hecho, la estrategia se trastocó el jueves, cuando Dolores de Cospedal calificó de "fascista o marxista [sic]" el comportamiento de José Montilla, president de la Generalitat, por decir que nunca gobernaría con el PP.

No es la primera vez que sucede. Frente al silencio o discreción de Rajoy, otros dirigentes como Cospedal, Javier Arenas o Esteban González Pons son los encargados de entrar a las polémicas. Con ello Rajoy queda resguardado en su imagen de moderación, como sucedió en la anterior legislatura con Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, que eran quienes se quemaban en las polémicas mientras el líder quedaba a resguardo.

Ese vacío que Rajoy no llena es ocupado a veces por figuras incontrolables, como José María Aznar o Manuel Fraga. Mientras el ex presidente sostenía que la sentencia marca el límite "más allá del cual no hay Estado", Fraga aseguró a Europa Press que el Constitucional "ha eludido, desgraciadamente, cuestiones fundamentales", y lamentó con este fallo se ha "degradado" al Alto Tribunal.

"Aznar dice lo que están pensando muchos militantes del PP. Pero a tres meses de las elecciones catalanas no podemos entrar ahí", sentencia un dirigente. El asunto de la unidad de España, en el pasado eje del discurso del PP, pasa ahora a un segundo plano por motivos tácticos. "Además, tampoco tendría sentido hablar de la ruptura de España precisamente en pleno mundial, cuando las calles están llenas de banderas españolas", ironiza otro.

Rajoy se concentra pues en un debate en el Congreso que cerrará el curso político. Y con la actitud de CiU, que ha aprovechado la sentencia para atacar duro a Zapatero, y no al PP, los populares esperan incluso sorpresas. En Génova se analiza si es mejor plantear un debate estilo "váyase, señor Zapatero" o más bien centrarse en la alternativa de Rajoy. La incógnita no está resuelta, no sólo porque el líder siempre deja abiertas hasta el final todas las alternativas, sino también por el factor CiU. Una pinza PP-CiU, sostienen los marianistas, sería mortal para Zapatero, y abriría la puerta para pactos futuros en la Generalitat y en el Gobierno central.

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