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Columna
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Fracaso

Juan Cruz

Javier Marías le decía el otro día en CNN + a Iñaki Gabilondo que el fracaso tiene su aire de belleza enturbiada por la derrota, pero es belleza. Hay algo que embellece el fracaso, y es el respeto de los otros por el rostro del fracaso. El fracaso llega a los ojos, de inmediato, es como la digestión expresa de un disgusto, que retransmite el cuerpo como si fuera la consecuencia de una lágrima que duró cien años para estar a flor de piel.

Fracaso y respeto, pues. Ese mismo día en que Marías hablaba con el maestro Gabilondo, España y Portugal estaban haciendo la digestión (opípara para unos, amarga para otros) de la victoria y de la derrota, los dos impostores contra los que prevenía Rudyard Kipling. Los medios portugueses fueron extremadamente duros con los suyos, y los españoles fuimos babosos con los nuestros. Babosos, por cierto, hasta decir basta.

Pero la gente se centró, sobre todo, en esa imagen de Cristiano Ronaldo escupiendo. Si el fútbol tuviera un símbolo, aparte del balón, esa metáfora sería la escupitina: si las cámaras se dedicaran a seguir (como empezó a hacer Canal + en tiempos de Cueto y de Relaño) a los futbolistas temáticamente (cómo tocan, cómo se tocan, cómo se miran) podría hacerse una fabulosa antología del escupitajo.

En este caso, el escupitajo de Cristiano se produjo en circunstancias especialmente adversas para el futbolista, pues su selección acababa de ser derribada por los españoles del campeonato sudafricano. Y ahí estaba, la estrella más mediática del fútbol mundial arrastrando su fracaso, y la cámara, implacable, le seguía como si buscara que además de su rostro algo más se le descompusiera. Fue tras esos minutos de persecución cuando el futbolista desalojó su saliva.

¿Y qué iba a hacer? ¿Tenía que guardársela para siempre, para quedar bien ante la cámara, para que no hubiera luego un coro hortera y mundial diciendo: "ah, mira, que ha escupido"? Es probable que los mediáticos tengan limitado el derecho de intromisión, pero en este caso me parece que la cámara se excedió antes de que a Cristiano Ronaldo se le atragantara la saliva. Y si escupió su fracaso, tanto mejor, eso le pone al nivel del ser humano que sufre cuando le derrotan. Otros no escupen, pero es que en el fútbol se escupe mucho.

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