Toreros idólatras pirómanos
Tom Cruise se apareció en Sevilla a mediados de junio para promocionar la película Knight & Day rodada en la capital andaluza y que se estrenará en julio. El sonriente cienciólogo Cruise tiene una extraña debilidad: le resbala la verosimilitud de los usos y costumbres que atribuye a España. Será que para los seguidores de Ron Hubbard la felicidad es incompatible con la verificación de los detalles. En Knight & Day, Cruise y su partenaire Cameron Diaz se marcan una secuencia de acción en moto perseguidos por la pequeña manada de toros de un encierro y por mozos de blanco riguroso con pañuelo y faja roja. San Fermín en Sevilla y olé. Cruise también era la estrella en otra invectiva a la verosimilitud hispánica. En Misión imposible 2, Anthony Hopkins (¿qué hacía un actor como él en un mamotreto como ese?) sostenía una conversación solemne con el propio Cruise en la habitación de un hotel sevillano mientras en las calles sonaba una orgía de pólvora sobre unos pasos de Semana Santa. Qué pintorescos estos sevillanos, venía a decir Hopkins con voz de estar revelando un misterio antropológico; "primero pasean a sus santos y luego los queman". Las Fallas en Sevilla, y olé.
No es que a los guionistas de Hollywood se les exija que distingan entre Roncesvalles y Zugarramurdi, pero sí deberían estar al tanto de que Covadonga no es Córdoba, Pamplona no es Sevilla y Valencia está lejos de Andalucía. Parecen contaminados con el virus de la arbitrariedad de grueso calibre. Son capaces de distinguir Edimburgo de Londres, pero se permiten disparates como aquel proyecto de contratar a Denzel Washington para que interpretara un biopic sobre Aníbal.
En la hora de los tópicos, los españoles son toreros idólatras pirómanos y los norteamericanos son incapaces de señalar en el mapa cualquier lugar que no sea su ciudad natal. Quizá en ese melting pot de valencianos, andaluces y pamplonicas esté el futuro del cine español. La parte buena es que niega el cerril nacionalismo autonómico. La mala es que los guionistas españoles nunca serían desahogados como para situar folclore cajún en Boston o indios semínolas en Monument Valley.
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