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Columna
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Se acabó la prórroga

Disfrutar de la vida ajenos a la realidad es norma de conducta en el Gobierno que aún preside Francisco Camps, pero la persistencia en el delirio no impide el avance de la ruina. Los mandatarios del reino de la fantasía pagarán más de 20 millones por tres carreras de barcos, convencidos de que el desgaste de neumáticos del último fin de semana no solo ha salvado la economía valenciana del borde del precipicio, sino que la habrá empujado un paso al frente. En otro podio más pegado a la perspectiva ciudadana, la comunidad que lidera eventos y despropósitos ocupa el puesto 14 (entre 18) del ranking español en inversión por alumno. Ante el fracaso escolar, la derecha indígena saca pecho: la especialidad de la casa para solaz de voceros, tertulianos y estómagos agradecidos. Y mientras la estrategia oficial puja en el catálogo para entretener a la parroquia y darle tres cuartos al pregonero, se perpetra otro tijeretazo al gasto educativo. Este régimen de pompa y circunstancia se ha leído la estadística al revés. Insensible al hundimiento, tampoco le tiembla el pulso para arrasar con unos cientos de docentes entre varios ciclos educativos, refuerzos e instructores de formación profesional. Para ver una carrera, avistar un velero bergantín o servir unas cervezas, maldita la falta que hace una licenciatura, saber idiomas más allá del menú del día o aprender un oficio. Pues bien, a este paisaje de devastación súmenle un estropicio más. Hoy vence otra prórroga. Y entre dos posibilidades, apuesten a que Camps y su irrepetible consejera de Cultura, Trinidad Miró, elegirán la peor.

Hace cuatro años, el Ministerio de Cultura ofreció a las comunidades autónomas convenios para dotar los fondos de unas bibliotecas públicas bastante depauperadas para presentarse en la sociedad de naciones, Pirineos arriba. Las valencianas se codean con Bangladesh, Kirguizistán y potencias similares. Aunque el Gobierno autónomo, como casi todos los demás, tiene las competencias -entiéndase el vocablo en el sentido normativo, nunca por capacitación- en asuntos culturales y educativos, sus prioridades nunca fueron el fomento de la lectura y sus industrias asociadas: librerías, editoriales y otras actividades de la sociedad del conocimiento aquí amenazadas de extinción. Las demás comunidades aprovecharon la ocasión para poner al día sus recursos documentales, aun a condición de que la financiación por ambas administraciones, central y autonómica, fuera equivalente. Ni así. De los cinco años en que se le puso a la firma el convenio, la Generalitat rebajó en cuatro de ellos su aportación y en 2007 despreció en su totalidad los fondos. Con un par. El Gobierno de Camps pidió prórroga para el último de los convenios disponibles. Por lo visto necesitaba pensar. ¿Carreras o libros? Esa prórroga vence hoy. Adivinen qué pasará. Seguro que aciertan.

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