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Columna
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Farsas

En más de una ocasión me he preguntado a qué juega el Partido Popular. Cuál es su forma de hacer política. Si gobierna a nivel del Estado o a nivel de esta comunidad cuál va a ser su desarrollo y hacer políticos. Cómo va a ayudar a mejorar la situación económica, qué ideas tiene para abordarla o, bien, cómo va a hacer frente a los casos de corrupción que se dan en política. Hace tiempo que he respondido a esta pregunta. La respuesta es que la misma forma de actuar de siempre y con un único interés: el poder. Su táctica es el alarmismo. Lo hemos visto demasiadas veces como pensar que no es así. Y lo hemos vuelto a ver recientemente con motivo de la reforma laboral. Ha llegado a tal extremo su alarmismo que vaticina un Estado en crisis constante de la que únicamente pueden sacar al país adelante si acceden al gobierno. Sin embargo, no dicen qué medidas propondrían ni que enmiendas van a presentar a la reforma laboral acordada por el Gobierno.

Una vez más, en esta ocasión, el desarrollo económico de un país lo subordinan al hecho de alcanzar el poder pero sin dar solución alguna. Y parece que la táctica no va mal a la luz de las encuestas. Los ciudadanos, tras soportar una gestión inicialmente desafortunada de la crisis por parte del gobierno y aguantar medidas que requieren sacrificios personales y económicos, quieren creer en que basta un cambio para salir de la crisis. Y este incremento en las encuestas puede hacer pensar al PP que la táctica es la adecuada.

Esta estrategia, a veces, no es posible mantenerla en todas las situaciones y en todos los casos. Puede incidir en un número de ciudadanos cuyos votos pudieran ser relevantes para alcanzar el gobierno y no se quieren despreciar. En estos casos, con el único fin de no apartarse de esta estrategia, tienen que conjugar la táctica general con los intereses concretos de una comunidad o de un gobierno local o municipal.

Así ha ocurrido con motivo de la negociación para pactar una declaración institucional del Parlamento andaluz en defensa de los trabajadores del campo que reciben ayudas del PER y del subsidio de desempleo en el caso de los eventuales agrarios. No ha sido posible esta unidad. El PP no ha firmado la declaración institucional.

No le ha importado que en estos últimos meses Esperanza Aguirre dijera la famosa frase "pitas, pitas, pitas" por el hecho de reducir el número de peonadas para acceder al subsidio. Tampoco las de Josep Antoni Duran i Lleida con sus descalificaciones sobre los trabajadores andaluces, afirmando que las subvenciones "son un instrumento del voto cautivo" o, recientemente, el presidente de la constructora Sacyr sosteniendo que el PER fomenta la vagancia, convirtiendo a algunos pueblos andaluces en "reservas indias". No han sido ofensas bastantes para firmar esta declaración.

La portavoz del PP ha justificado la posición de su grupo con manifestaciones tales como que se han lanzado mensajes que benefician al PSOE -no dice cuáles- y alusiones "veladas contra su grupo", que, por lo veladas, no dicen tampoco qué alusiones eran. Han puesto por delante de la dignidad de los trabajadores sus propios intereses o han disfrazado bajos sus explicaciones su auténtico pensamiento. En cualquier caso, sea una cosa u otra o ambas, la realidad es que no se apartan de esta forma demagógica de actuar, de esta extensión del alarmismo y de sus constantes intentos de deslegitimar al Gobierno andaluz, al no dar respuesta a las "pitas pitas" y demás frases que hablan de un voto cautivo.

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En fin, el PP sabrá, pero, si de verdad quiere gobernar y no solo alcanzar el poder, debería dejar de escurrir el bulto y tomar postura ante las ofensas que se hacen a los trabajadores andaluces. Más en el caso del PER pues todos los ataques contra su establecimiento vienen de esta derecha que quiere hacernos apaches o vagos a su elección. Debería cambiar el discurso y de posición. Si no cambia, en esta y otras cuestiones de interés para los ciudadanos, el camino de aquí a las elecciones se les va a hacer muy largo y sus farsas van a quedar al descubierto.

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