Una verdad incómoda
Hace ya unos cuantos años que determinados grupos ultracatólicos, amparados por la derecha política de este país, empezaron a tejer una red que acabó desembocando en la aprobación, el pasado martes en el Parlamento gallego, de una polémica ley. Curiosamente, son los mismos grupos y personas, "gente de bien", que durante los ocho años que gobernó el Partido Popular en España se escondían bajo el manto de la fe mientras el número de abortos no dejaba de crecer.
Se dicen defensores de la vida, como si los demás no lo fuéramos únicamente porque creemos en el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad. Pretenden patentar esa defensa en exclusiva y excluyendo, aunque no siempre lo hacen con personas que están vivas. Cuánto les cuesta aún hoy a algunos, condenar algunas muertes. Pero esa es otra historia.
¿Recuerdan al PP frente al divorcio y las bodas gays? Fueron de los primeros en usar esos derechos
Sí señor, son activistas del cielo, expertos en "recaudación espiritual", los que presentaron esta ley que el Parlamento aprobó. Un aparente y cándido texto legal, que esconde la creación y financiación, con nuestros impuestos, de una red privada, pensada para ser gestionada por ellos mismos a través de organizaciones todas ellas vinculadas al Foro de la Familia (solo una y grande, que no libre), plataforma conocida por sus posiciones ¿ideológicas? y, sobre todo, por las campañas y movilizaciones contra el Gobierno socialista, que no contra el de Aznar durante los ocho años anteriores.
Si por ellos fuera, más de 600.000 mujeres estarían expuestas en España a abortos clandestinos o a ser llevadas ante la justicia, pero ¿será casualidad que se apruebe este texto cuando entra en vigor la nueva legislación sobre la interrupción voluntaria del embarazo? ¿Será simple coincidencia que en las manifestaciones organizadas por esta red acudieran en masa cargos destacados del PP? ¿Se van a desmantelar los servicios públicos existentes en Galicia y que ya realizan las funciones de información y apoyo a todas las mujeres, por supuesto también a las embarazadas?
Fíjense que no me preocupan los impulsores de la ley. No. Ellos no se ponen caretas y, aunque se las hubieran puesto, es conocida su cruzada cavernaria. Recuerdo los bolsillos gigantes llenos de billetes en sus manifestaciones al igual que me vienen a la memoria los 200.000 muñecos-feto a los que les pusieron el nombre de la ministra de Igualdad. Los señores y señoras que están detrás de esta ley no son lo preocupante. Lo que sí realmente me inquieta es el comportamiento del Gobierno gallego, en especial, el cinismo del presidente de la Xunta, que se atrevió a decir que el PSdeG está en contra de las mujeres que no quieren abortar. Debería saber que en la confrontación política no todo vale. Mentir, por ejemplo. Feijóo no puede negar la historia de un partido que colocó la igualdad en el corazón de la agenda política y que legisló para que, entre otras cuestiones, hubiera muchas más medidas de protección y apoyo a la maternidad.
Decir la verdad es la primera obligación de todo gobierno responsable. En todo caso, creo que los populares vuelven a cometer un error quedando al margen de una realidad social que, más temprano que tarde, acabará asumiendo, tal y como ha ocurrido tantas otras veces. Seguro que recuerdan bien su posición frente al divorcio o al matrimonio entre homosexualesl y seguro, también, que no son capaces de recordar la cantidad de veces que los mismos que se opusieron acabaron siendo de los primeros en hacer uso de estos derechos.
Apoyamos a todas las mujeres embarazadas, también a aquellas que deciden, por muchos motivos, no continuar adelante con su embarazo. Claro que hay que seguir trabajando para que las mujeres que quieran ser madres no tengan que renunciar a ello por ninguna causa, pero también es nuestro deber legislar para garantizar la seguridad y los derechos de aquellas otras que deciden interrumpir su embarazo. Apoyamos a las que sufren, a las que lloran amargamente, a las que se avergüenzan, a las valientes. Apoyamos a las mujeres que simplemente lo deciden en función de su vida y de sus circunstancias. Y también apoyamos a las miles de mujeres gallegas que, en el otro lado de la raya y clandestinamente, se tumbaron con los ojos cerrados en una fría y vieja mesa de madera arriesgando su vida no hace tantos años.
A lo mejor les parece incómoda, pero es la verdad.
Laura Seara es directora general del Instituto de la Mujer
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