El paraíso en Lucerna
Contemplar cualquiera de las ilustraciones de Aubrey Beardsley para Salomé, Venus y Tannhäuser, o las más turbadoras pinturas de Gustav Klimt, basta para sentir la carga que el erotismo transmite a la música. "La atmósfera de desorden y turbulencia inductora del erotismo transmite a la música toda su carga engendradora, y esta, a su vez, animada de esta energía, avispa la imaginación erótica. Cual perfecta pareja, el uno se alimenta de la otra, y a la inversa". Sabias palabras del añorado compositor y escritor catalán Manuel Valls Gorina, que analizó la relación entre música y erotismo con fina ironía en su libro La música en el abrazo de Eros (Tusquets, 1982). Y a Eros, el dios del amor sensual en la antigua mitología, dedica este verano su máxima atención el Festival de Lucerna, como eje inspirador de un variado y extenso programa que ofrece del 12 de agosto al 18 de septiembre la máxima excelencia en el mundo sinfónico actual. Mientras el Festival de Salzburgo basa su oferta en el poder de atracción de la ópera y sus grandes divos, y el de Bayreuth alimenta año tras año su condición de santuario wagneriano, el más famoso de los festivales de verano que se celebran en Suiza (ahí están también Verbier, Zúrich y Gstaad) se ha convertido en un paraíso donde reinan las mejores orquestas del mundo. Lucerna es un festival básicamente sinfónico y ahí radica su fuerza, su identidad, su influencia, cada vez más decisiva, en la escena musical internacional. Óperas en versión de concierto, poemas sinfónicos, sinfonías y ciclos vocales que hablan del amor, la pasión, el erotismo y la sensualidad conviven en una programación llena de atractivos; páginas como el Poema del éxtasis, de Alexandr Scriabin; Romeo y Julieta, de Serguéi Prokófiev; las geniales aproximaciones sinfónicas a Pelléas et Mélisande creadas por Gabriel Fauré y Jean Sibelius, o los suntuosos Gurre-Lieder de Arnold Schönberg, en una versión que unirá en concierto a las orquestas de la Tonhalle de Zúrich y la Suisse Romande bajo la dirección de David Zinman (14 de septiembre) son algunas de las grandes partituras que ilustran ese abrazo de Eros en la música. Pero no las únicas. Ser un festival esencialmente sinfónico no significa ausencia de otros repertorios, al contrario. Este año pueden disfrutarse nada menos que tres óperas, dos de ellas en versión de concierto: Fidelio, de Ludwig van Beethoven, a cargo de Claudio Abbado -con la presencia estelar de la soprano Nina Stemme y el tenor Jonas Kaufmann como pareja protagonista (12 y 15 de agosto)-, y Evgeni Onegin, de Chaikovski, confiado a la compañía del mítico Teatro Bolshói de Moscú, con dirección de Dmitri Jurowski (15 de septiembre). La tercera cita lírica promete ser uno de los acontecimientos del verano musical europeo, una representación semiescenificada de Tristán e Isolda, de Richard Wagner, bajo la batuta de Esa-Pekka Salonen -dos voces en pleno ascenso internacional, la soprano Christine Brewer y el tenor Gary Lehman, darán vida a los desdichados amantes- y con el sello escénico de Peter Sellars, que trabajará con imágenes en vídeo del artista plástico Bill Viola (10 de septiembre).
Gustav Mahler es, probablemente, el compositor fetiche del gran festival suizo, que ha programado este año cinco de sus sinfonías. No en vano, su más firme y fructífera apuesta, la Orquesta del Festival de Lucerna, creada por Claudio Abbado en 2003, ha hecho historia en la moderna interpretación del legado mahleriano. La ración mahleriana de esta edición incluye la Sexta, con la Orquesta de la Academia del Festival de Lucerna, bajo la dirección del legendario Pierre Boulez, que también dirigirá una de sus obras orquestales.
Mahler y su amor por Alma Mahler encajan a la perfección en el tema escogido este año por Lucerna; en su música hay auténticas declaraciones de amor, como las hay en otras obras programadas que ilustran otras relaciones amorosas: Alban Berg y Hanna Fucks, Robert y Clara Schumann, o el amor frustrado que por ella sintió Johannes Brahms. La pianista francesa Hélène Grimaud, que este año es la principal artista invitada del festival y actuará en cuatro conciertos, dedicará a Brahms y Schumann una velada liederística junto al gran bajo-barítono Thomas Quasthoff.
No solo de intérpretes vive Lucerna: Michael Haefliger, su director ejecutivo y artístico, otorga cada año más peso a las figuras de la creación actual, en un plural abanico de estilos, técnicas y estéticas. En esta edición, la parte del león se la lleva el suizo Dieter Ammann como compositor residente -Boulez estrenará su más reciente creación sinfónica- en una bien nutrida oferta que incluye partituras de Boulez, Hosokawa, Hans Werner Henze, Michael Jarrell, Avner Dorman y una selección de lieder de Schubert orquestados por Osvaldo Golijov. La presencia de artistas, formaciones y compositores españoles es mínima. Destaca la actuación de la soprano catalana Nuria Rial en un programa consagrado a Claudio Monteverdi junto al conjunto L'Arpeggiata en el que compartirá protagonismo con el contratenor francés Philippe Jaroussky. En cuanto a los compositores, solo figura una pieza, La oración del torero, de Joaquín Turina, en un concierto de la orquesta de cámara Festival Strings Lucerne dirigido por Achim Fiedler.
Festival de Lucerna. Del 12 de agosto al 18 de septiembre. www.lucernefestival.ch.
Una manifestación lúdica Música en las calles
Música en las calles (Lucerne Festival in den Strassen) supone algo así como un festival dentro del festival. Es el contrapunto festivo del festival serio, una explosión de color y ritmos populares frente al ritual casi religioso de las grandes orquestas y directores. En las calles y plazas de Lucerna la espontaneidad de la música inunda todos los rincones con grupos que proceden de Latinoamérica, Europa del Este o Asia. También algunos bajan de las montañas suizas con sus trompas alpinas. La presencia de estas músicas étnicas da un sello festivo. Es un complemento al universo de las grandes composiciones sinfónicas. La ciudad vibra con esta manifestación y acentúa su atmósfera familiar. Se celebra del 24 al 29 de agosto. J.Á.V.
Un intérprete Maurizio Pollini
Tiene Lucerna dos manifestaciones musicales: en Pascua y Otoño, que son algo así como las hermanas pequeñas del Festival de Verano. La de otoño está dedicada al piano. Los artistas del teclado también frecuentan el festival veraniego. Un incondicional es Maurizio Pollini. En ocasiones se descuelga siendo el solista de Claudio Abbado para un concierto de Beethoven, a veces diseña un programa con sus músicas preferidas, casi siempre da un recital con lo que le pide el cuerpo. Este año se presenta con Homenaje a Pierre Boulez y, además de la segunda sonata para piano del francés, contempla los 24 preludios, opus 28, de Chopin, y la segunda serie de los Estudios de Debussy. Será el 29 de agosto. J. Á. V.
Un director Esa-Pekka Salonen
Después de una larga estancia como director musical de la Filarmónica de Los Ángeles, el finlandés Esa-Pekka Salonen ha vuelto a Europa con energías renovadas con la aristocrática Philharmonia londinense. Con ella pone en pie una versión semiescenificada de Tristan und Isolde, la ópera que Wagner terminó en Lucerna, y a la que Salonen le ha cogido el punto, como demostró hace unos años en la Ópera de París. La dirección escénica es de Peter Sellars, que cuenta con un original trabajo videográfico de Bill Viola. El tercer acto es de una intensidad poética excepcional. Cantan Gary Lehman y Christine Brewer como Tristán e Isolda y asume el papel de Brangäne la carismática Anne Sofie von Otter. Será el 10 de septiembre. J. Á. V.
Un compositor Dieter Ammann
La idea del "compositor en residencia" del festival no es tanto la de reivindicar autores olvidados del pasado, sino la de mostrar en las condiciones más favorables la obra de compositores vivos quizás no suficientemente conocidos. Dieter Ammann (Aarau, 1962) empezó a tocar de oído y pasó por la escuela de jazz de Berna y la Academia de Música de Basilea. Este verano se interpretará un par de sus obras orquestales, además de cuartetos de cuerda o madrigales con intérpretes de la talla de la Academia del Festival dirigida por Boulez, o el Ensemble Inter Contemporain dirigido por Susanna Mälkki. Wolfgang Rihm destacó una vez la frescura de toda su música. Es una ocasión de oro para comprobarlo.
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