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Reportaje:

Informática sin ventanas

Jubilados voluntarios enseñan a manejar ordenadores a presos en Teixeiro

"Cabo Fisterra, donde a terra remata e o mar comenza". A Pepe le gusta teclear textos de su propia cosecha en el ordenador con el que desde hace apenas tres meses, una hora a la semana, intenta evadirse de la cárcel en la que cumple condena desde enero de 2009. "La droga acabó conmigo", comenta el alumno de más edad del aula de informática de la prisión provincial de Teixeiro, en Curtis (A Coruña).

Pepe, hijo del antiguo farero de Fisterra, pinta canas y se declara "muy contento" con las clases de informática que imparten intramuros una docena de jubilados voluntarios de Vilalba (Lugo). Es la primera vez de su vida que tiene acceso a un ordenador, y para él no solo es una evasión tras las rejas -"porque nos saca de estar tirados en el patio"- sino una oportunidad de romper el aislamiento también fuera, cuando retorne en enero, tras cumplir su pena, a su Fisterra natal donde vive solo, puntualiza.

Algunos reclusos han aprendido a leer y escribir ante una pantalla
"Nosotros somos la juventud del ayer", reivindica Tita, una de las monitoras

Como Pepe, el más joven del grupo tampoco había tocado nunca un teclado, ni sabía nada de manejar un ratón o deslizar un puntero por una pantalla. Miguel Ángel debió estrenar la mayoría de edad poco antes de ingresar en la cárcel, donde ya cumplió un tercio de los nueve meses que le cayeron. "Aún sé poco, porque llevo poco, cuando iba a la escuela, de esto no había", dice el joven de Carballo cuya única preocupación era ayer saber en qué pantalla de televisión iba a salir .

La inmensa mayoría de los reclusos que pasaron por este aula inaugurada por la Fundación La Caixa hace ya dos años y medio eran analfabetos informáticos. Algunos de los 130 presos que cumplieron un curso entero y que ayer fueron premiados con un diploma incluso aprendieron a leer y escribir ante una pantalla. El proyecto de juntar jubilados de la Asociación de Voluntarios Informáticos de Galicia para enseñar informática a presos en proceso de reinserción sociolaboral dio resultados "tan satisfactorios" que la Caixa decidió extender la iniciativa de Teixeiro a otros cinco penitenciarios del Estado.

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Internet está prohibido en la prisión. Las clases se limitan a aprender a manejar programas de texto, como Word, insertar fotos, a veces algún que otro juego básico. Los voluntarios tienen en su mayoría sólo nociones elementales de informática, pero suficientes para enseñar los rudimentos del asunto a unos presos también principiantes. Pero incluso los que sí ya sabían amplían conocimientos. "Con los mayores aprendí trucos de Excel y del Windows que no conocía", subraya Haiko, de nacionalidad alemana.

"Hoy en día es lo que se lleva y es bonito, entretenido, aquí dentro lo mejor es tener una ocupación porque el tiempo no pasa", corrobora Suso, quien sabía "escribir a máquina" y ahora declara "dominar sobre la marcha" el mundo de la informática. "Aprender a escribir una carta , utilizar las negritas es útil", añade José Manuel, de Corcubión, que espera sacar provecho de esta nueva herramienta cuando salga dentro dentro de seis meses. Porque no cree que vuelva a encontrar nada en su sector, la construcción. "Sé que está complicado, y el que vale dentro también vale fuera", dice convencido. Rápidamente la conversación deriva sobre la vida privada. Es otro de los elementos clave de estas clases, el compartir con los ancianos del exterior experiencias y anécdotas vitales. "Nosotros somos la juventud del ayer", reivindica Tita. Y es que los voluntarios también se lo pasan pipa, dicen.

"A veces te piden cosas sencillas que tienen para ellos una importancia tremenda", explica José Ángel al relatar la cara de asombro y agradecimiento infinito de un recluso de Teixeiro cuando le trajo un puro. "Me había pedido como un favor inmenso si podía llevarle un Farias, y yo le conseguí un Montecristo", explicó, entre risas, el director de la coral Luar de Vilalba, ahora reconvertido en enseñante de informática de la cárcel de Teixeiro.

El taller, dotado con 11 ordenadores, impresora, escáner y cañón proyector, forma parte del módulo uno de la prisión, bautizado Nelson Mandela. Es, desde hace sólo tres meses, el "módulo de convivencia, de respeto y preparación de la libertad", según la definición de José Manuel, uno de los ocho jefes de grupo de los 72 presos en proceso de reinserción. Pero no hay ni una sola reclusa, pese a ser mayoría las mujeres entre el grupo de profesores voluntarios. "Es que son minoría aquí, son sólo 200 frente a 1.600 hombres, y, claro, están marginadas", comenta un preso al quejarse de la masificación de Teixeiro.

Una de las jubiladas que imparte clases de informática a presos, ayer con sus alumnos en la cárcel de Teixeiro.
Una de las jubiladas que imparte clases de informática a presos, ayer con sus alumnos en la cárcel de Teixeiro.GABRIEL TIZÓN

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