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Columna
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Sustancia millonaria

Cada vez estoy más convencida de que la palabra crisis se mal usa, sobre todo porque se aplica a lo de ahora, a estos tiempos en que, aunque sea a trompicones -en forma de rendición a la evidencia o a la fuerza mayor-, empieza a despuntar la sensatez. Se aplica a lo de ahora, cuando en realidad habría que aplicarla a lo de antes, a esos años (in)conscientes (escrito así para representar que han sido producto a la vez del descuido y del cálculo; sólo irreflexivos para unos, pero meticulosamente pensados por otros), a esos años "locos" que nos han conducido hasta aquí. Lo de antes sí que era estar en crisis, de responsabilidad, sentido común, coherencia y/o decencia cívica. Lo de ahora es otra cosa; se parece más a una convalecencia, una vez alcanzado el pico de la enfermedad, a una oportunidad pues de salud.

Abundan los ejemplos para ilustrar aquella locura y esta recuperación. Acudiré a uno, tomado fácilmente de nuestra actualidad. Se acaba de anunciar la construcción, por fin, de la sede de Musikene, el Centro Superior de Música de Euskadi, y ello de acuerdo con un diseño que actualiza uno anterior y que rebaja en 20 millones el coste inicial del edificio. En el primer proyecto, el presupuesto era de 45 millones. Ahora van a ser 25, y las autoridades competentes nos aseguran que este recorte, lejos de suponer una pérdida para la construcción, representa una ganancia, un plus de eficacia, sostenibilidad y adaptación del edificio al entorno. Lo que no resulta difícil de creer, en la medida en que también se nos explica que los cambios que el nuevo proyecto introduce en el anterior consisten básicamente en la eliminación de elementos de poca sustancia. En fin, que se suprime uno de los dos sótanos previstos y se aprovecha mejor el espacio, eliminando zonas que antes quedaban sin uso y reduciendo los pasillos (término éste de gran tradición expresiva, tanto en lo literal como en lo metafórico).

Confieso que el asunto me ha llegado al alma. Comprobar que esos mínimos ajustes en el diseño arquitectónico han permitido reducir en 20 millones de euros -es decir, casi en un 45% lo presupuestado al principio- el coste total de la obra, me resulta estremecedor, estremecedoramente elocuente de una manera de gastar el dinero, sobre todo el público, que durante mucho tiempo ha sido, si no la norma, al menos no la excepción. Porque, en el caso que nos ocupa, ¿a cuánto sale el metro de pasillo, el metro de vacío, el metro de superfluo? Pues, a millones y millones de euros. Millones y millones de euros (con todo lo que se podría hacer buenamente con ellos) destinados a casi nada, a elementos que eran tan poco necesarios que ahora se nos presentan incluso como estorbos para la racionalidad, la eficacia, la "amabilidad" de la sede de Musikene. Lo dicho, no es esto la crisis, sino aquello. El diseño primero es el producto de una crisis, el segundo no; este segundo es un signo de oportuna convalecencia.

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