Procastinar
Una alumna me informa de que es "una procastinadora" y me pide que le acepte el trabajo que me entrega, por poco fuera de plazo. Su autodiagnóstico psicológico y su carita de "lo siento, no lo puedo evitar" me hacen sonreír. Se lo acepto. Al fin y al cabo, me temo que yo también lo soy. Y mira que son ganas de identificarse con una palabra tan espantosa, digna de aparecer en un Diccionario de Palabras Horrorosas a Más No Poder. Aunque sí podría ser más, porque en realidad debería ser "procrastinación" (del latín "pro" y "cras", mañana: dejar para mañana, diferir), demasiado para nuestros pobres oídos. Pero resulta que la lengua no ha desarrollado formas más sencillas como "postergador" o "demorador", así que no nos queda más remedio que utilizar paráfrasis o ser procastinadores.
Aunque el término nos resulte bastante novedoso, la acción que nombra parece ser de toda la vida. ¿Cómo olvidarse, sin ir más lejos, del bueno de Axular? Su libro ascético Gero ("Después"), escrito en pleno siglo XVII, es una obra cumbre del euskera, para muchos la principal creadora de la prosa vasca. El tema, según sus censores, es precisamente "non procrastinanda poenitentia", es decir, los peligros de retrasar la penitencia y la conversión. Sostiene Axular que ninguna cosa hace tanto mal al alma, y aun al mismo cuerpo, como diferir de un día para otro, y de mañana para pasado mañana, los deberes. Y que, al fin y al cabo, quien dice "después", dice "nunca" ("Gero dioenak bego dio"). Así que ya ve el lector, nuestra herencia literaria vasca está bordada con trescientas páginas de magnífico verbo previniéndonos de los peligros de la ociosidad, la demora y la procastinación...
Ajeno ya a los fines divinos, el término pertenece hoy a la jerga psicológica que, más o menos alegremente, todos utilizamos. Se describe como un "trastorno del comportamiento" que consiste en evadir responsabilidades posponiendo las tareas a realizar y entreteniéndose con todo tipo de actividades ajenas al cometido. Es decir, una especie de desidia (ocasional o crónica), acompañada de complejas técnicas dilatorias. Un pequeño ejemplo: se acumulan los correos en el buzón del ordenador, y lo que podía haberse resuelto con una breve nota inmediata, necesita ahora una carta explicativa más larga, que se aplaza para el día del cumpleaños del receptor; como esta carta tampoco se escribe, se dice que se encontrará la ocasión de visitar a esa persona y llevarle un regalo, etcétera, etcétera.
Posponer las cosas casi siempre es liarse, cierto, pero excepto en los casos patológicos -en los que el "después" esconde un "nunca"-, llamar a eso "trastorno de comportamiento" me parece excesivo: ¡por Axular, que me presenten a alguien que no tenga ningún tipo de "trastorno de comportamiento"! Al fin y al cabo, uno (des)organiza su tiempo como puede, o quiere, la fina arena deslizándose entre los dedos...
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