"Argentina 78 fue legendario por el exilio de mi tío Ángel"
Recuerdo seguir la mítica final del Alemania 74 con un balón en la mano y la nariz pegada al escaparate de una tienda de electrodomésticos de mi pueblo. Lo retransmitían en uno de esos novedosos televisores en color que se empezaron a comercializar con motivo de aquel evento. Era algo mágico ver jugar, en color, el nuevo fútbol de Holanda, de intenso y luminoso naranja, frente al disciplinado juego alemán, de blanco y negro.
De alguna manera, aquello formaba parte de la clásica querella entre antiguos y modernos, entre la vanguardia y la tradición. Yo iba a favor de La Naranja Mecánica y recuerdo aquella calurosa tarde de verano sentir la decepción de la derrota. La verdad es que ha costado mucho tiempo, generaciones, para que triunfe aquel fútbol total.
Si ese fue el primer Mundial que recuerdo, el más evocador fue Argentina 78. Se celebraba en un país mítico para el fútbol y especialmente legendario para mi familia. Allí se exilió política y deportivamente mi tío Ángel Zubieta, hermano de mi abuela materna, que todavía conserva el meritorio récord de ser el jugador más joven en debutar con la selección española: en 1935 con 17 años y nueve meses. La Guerra Civil le pilló de gira con la selección de Euskadi en Latinoamérica y terminó como half del San Lorenzo de Almagro, en Buenos Aires, y más tarde como su entrenador. Era el gran mito familiar. Desde pequeños, nuestra amama nos hablaba del tío Ángel y su extraña suerte al no tener que vivir la guerra y la posguerra en España y ser acogido con extraordinario cariño por aquel país libre y próspero que era Argentina. Casi como una metáfora futbolística de aquella libertad, nuestros padres nos recordaban el revolucionario y alegre concepto del juego que exhibió el San Lorenzo en una gira por España en 1946.
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