Sonrisas políticas
Imagino que a estas alturas una mayoría de lectores habrán leído algunos artículos y habrán escuchado algunas opiniones sobre el Debate del Estado de la Comunidad. Yo también lo he hecho y basta ver algunas fotografías que acompañan a las opiniones sobre este debate para conocer cómo ha ido. Las sonrisas de los parlamentarios socialistas andaluces, que hacía tiempo faltaban en sus rostros, vuelven a aparecer. Unas sonrisas que las causan las medidas anunciadas por el presidente andaluz, pues muestran su voluntad de gobernar. Es una buena noticia para los andaluces que la ilusión acompañe al Gobierno para abordar estas dificultades económicas. Era igualmente previsible que la respuesta de la oposición fuera la de sacar a relucir sus efectivos en la línea marcada por la dirección nacional y que, a pies juntillas, reproducen en Andalucía para intentar un cambio de Gobierno. Sin embargo, las respuestas, en esta ocasión, han sido más pueriles que nunca, tanto en cuanto a los ejemplos elegidos como en el fondo. Ya Javier Arenas, durante su intervención parlamentaria, amagó en esta línea cuando reclamó la repetición del pleno. Algo así como aquellos compañeros de juego, que dueños del balón con el que jugábamos todos y una vez empezado el partido, paraban el juego y lo cogían cuando iban perdiendo, amenazando con no devolverlo si no se iniciaba un nuevo partido. No es extraño que surgieran estas sonrisas: ya existe y se da a conocer a los ciudadanos una hoja de ruta para salir de esta situación. La satisfacción del grupo socialista y el desconcierto del líder del PP andaluz, hasta el punto de querer repetir el partido, han sido los reflejos de este partido parlamentario.
Un desconcierto que continúa, como lo muestra el intento de lograr vía escritos y publicaciones lo que no se logró en la confrontación parlamentaria. En este sentido van las opiniones de algunos parlamentarios populares, medios afines y, sobre todo, la tribuna de Javier Arenas, que bajo el título El estado de Andalucía y Robin Hood se publicó el pasado domingo en este mismo diario. Ya es triste que a mi héroe favorito Robin de Locksley, que tantas aventuras y sentimientos nos trajo a los niños y en tantos juegos nos hizo protagonistas, se lleve a una tribuna para mezclarle en política e identificar a buenos y malos, haciendo con ellos como con el balón: decidir quién es el sheriff y quién es Robin. Pero, en fin, aparte de traer esta leyenda, a poco que se lea con un mínimo detenimiento la tribuna se ve que se sigue con las andadas de siempre; metiendo miedo a los ciudadanos e intentando hacerles sentir que cualquier proximidad a las ideas socialistas o al Gobierno socialista solo traerá el infortunio. Es como aquellos curas que en nuestra infancia (hoy me he vestido de niño) nos hablaban del infierno cuando íbamos a hacer la primera comunión. Nos explicaban que al otro lado, el de la vida, todo era pecado. Al final, o te hacías cura para salvarte del fuego eterno, con lo cual evitabas provisionalmente pasar un calvario de niño, o te ibas separando de aquellas admoniciones para vivir, convirtiendo aquellas frases en una anécdota, sobre todo cuando ves que la castidad no es de este mundo (ni siquiera para muchos curas).
Ni el predicar a través de cuentos infantiles ni el miedo aportan solución alguna a la crisis. Tampoco un cambio de gobierno, sin más. Menos aún haciendo creer que de la crisis sean causantes el presidente del Gobierno de la nación o el presidente andaluz.
La crisis económica, y esta afirmación es incontestable, trasciende nuestras fronteras. No es responsabilidad de un gobierno concreto y, conforme a las directrices que marcan las instituciones económicas europeas e internacionales, las recetas para abordarla son la austeridad, una mayor recaudación y la reforma laboral. El Gobierno andaluz va en esta línea. El PP, amén de cuentos y miedos, no ha dado ninguna. Faltan dos años para las elecciones. No es extraño que empiecen a aflorar sonrisas. Y es que en política, como en la vida, quien ríe el último, ríe mejor.
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