"Las balas no le querían, nadie se atrevía a matarlo"
Javier Bardem interpreta a un chico asesinado por robar calcetines y garbanzos

"Las balas no le querían", decían en el pueblo, Fontanosas (Ciudad Real). Al parecer, ninguno de los miembros de aquel pelotón de fusilamiento se atrevía a matar al joven que tenían enfrente, Francisco Escribano, con otras seis personas. Uno de los asesinos escribió 63 años más tarde, en abril de 2004, una carta anónima al alcalde del pueblo para confesar el horrible crimen y señalar el lugar donde había enterrado los cuerpos, "por si permite proceder a la exhumación de los cadáveres por parte de las respectivas familias".
Es uno de los pocos arrepentidos, y el único que hizo algo con su sentimiento de culpa. En la carta explicaba que, mientras prestaba el servicio militar en un regimiento de caballería de Alcalá de Henares, su unidad fue destinada a la "persecución de huidos en la sierra" hasta que el 1 de julio cometió "un acto execrable". Se refería a la ejecución de siete personas, "entre ellas un menor de 15 años" al que no querían las balas, Francisco Escribano.
La fosa se abrió en febrero de 2006. El informe forense confirmó la versión extendida por el pueblo. Aquella noche de julio de 1941 ningún miembro del pelotón se atrevía a matarlo. Y la torpeza de los asesinos provocó que el primer tiro le entrara por la mejilla y que tuviera que ser rematado con un arma corta.
No tenía 15 años sino 18. Era el hermano de José Escribano, cabrero como él, que ayer, en los cines Princesa de Madrid, ciudad que no visitaba desde hacía 50 años, vio cómo un actor con un Oscar, Javier Bardem, le devolvía la voz al hombre que había visto por última vez cuando tenía siete años: "Me llamo Francisco Escribano. Soy cabrero y tengo 18 años. Me acusan de haber robado para los del monte dos sacos de garbanzos, una manta, unas tijeras, seis calcetines, seis pañuelos y diez pesetas. Por ese crimen me fusilan el 1 de julio de 1941. En esa misma tapia y por el mismo delito, mueren conmigo mi padre, dos de mis tíos, y un primo mío". Es decir, el padre, los tíos y el primo de José, que ayer, a sus 77 años, lamentaba haber tenido entonces ya siete, y no algunos menos. Sigue recordándolo todo.
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