Veranos de solidaridad
Cada vez más familias acogen a niños saharauis y de los países afectados por el desastre de Chernóbil - "Les gusta adaptarse a nuestra vida", dice una madre
Desde hace cuatro años, Ibrahin se escapa cada verano del sofocante calor de los campamentos de refugiados saharuis en Tinduf (Argelia), que en julio y agosto llega hasta los 55 grados. Tiene 11 años y este próximo verano tendrá su última oportunidad de bañarse en las playas de San Sebastián dentro de los programas de acogida a niños saharauis, que se extienden hasta los 12 años.
Mariana vive en Ivankiv (Ucrania), a 50 kilómetros de la central nuclear de Chernóbil. Esta menor de 12 años no sabía qué era tomarse un vaso leche sin la amenaza de la contaminación radiactiva hasta que llegó al País Vasco hace seis años. "A estos niños les gusta adaptarse a la vida que hacemos. Desde el principio les sorprende la variedad de comida y la abundancia. A la niña que acojo, lo que más le gusta es el chocolate", cuenta Ainhoa Cajaraville, la madre de acogida de Mariana. Durante su estancia, la joven ucraniana mejorará su salud y ganará defensas de cara al invierno.
Euskadi acoge este año a 1.379 menores de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Tinduf
Mariana e Ibrahin son dos de los 1.379 niños de Ucrania, Rusia, Bielorrusia y los campamentos de Tinduf que compartirán este año sus vidas con familias vascas de acogida. Ambos repiten experiencia, pero para otros muchos chavales será la primera vez que se separen de sus familias o, en algunos casos, que salgan del orfanato.
Los programas de acogida puestos en marcha en Euskadi, cada vez más demandados en una de las comunidades autónomas más solidarias, permiten a estos menores disfrutar de unas vacaciones, seguir tratamientos médicos o simplemente convivir con otras familias de una cultura distinta.
No sólo ganan los acogidos. Las familias reconocen que el enriquecimiento es mutuo, aunque la primera vez no sea fácil. "El primer año es el más complicado por la barrera del idioma y el miedo a no hacerlo bien. La aclimatación es mutua, pero es una experiencia maravillosa y no me imagino un verano sin la niña ucraniana que traemos desde hace cuatro años", explica Pablo Ibarreta, presidente de Chernobilen Lagunak.
Esta ONG trabaja en colaboración con el centro social Doviria en Ivankiv y se hace cargo todos los años de un máximo de 50 niños, aunque esta vez esa cifra se reducirá a 40. A diferencia de otras ONG, Chernobilen Lagunak tramita la acogida de menores desde seis hasta 18 años -sin cumplir- que viven con sus familias y no en orfanatos. Los gastos de sus viajes se sufragan con las ayudas públicas que recibe la asociación y las aportaciones de sus miembros.
El caso de María Gomara rompe con el esquema tradicional de la acogida. Soltera, de 38 años y sin hijos, le encantan los niños. Desde hace siete años se encarga de pequeños saharauis que pasan el verano con ella. Reconoce que sin la ayuda de su madre no podría hacerlo. Este verano volverá Ibrahin, el rey de la casa. "Cuando llegan están emocionados por bañarse, comer y jugar en la calle con el balón. Con cualquier cosa son felices, pero a los dos meses ya desean volver con sus padres", indica Gomara, que ha viajado cuatro veces a los campamentos de Tinduf para conocer a los familiares de los chicos de los que se ha hecho cargo.
Ainitze Blanco y Juan Lechuga son primerizos en esta materia. Tienen tres hijos y están pendientes de la entrevista con una psicóloga para que les confirmen la identidad de la niña saharaui a la que recibirán. Son profesores y su disponibilidad de tiempo en verano no ha sido su único motivo para decidirse: "Queríamos que nuestros hijos conocieran otras culturas y vieran cómo viven otros niños. Nuestras dos hijas mayores están encantadas con la idea e incluso están aprendiendo algunas palabras en saharaui, aunque los niños son como esponjas y aprenden rápido". En Tinduf o en Ivankiv más de un pequeño juega y habla en euskera o castellano.
Schengen complica los trámites
Del 8 al 10 de julio próximos llegarán al País Vasco 402 niños saharauis. De ellos, 182 serán acogidos en Vizcaya, 170 en Guipúzcoa y 50 en Álava. A diferencia de otras ocasiones, una aplicación restrictiva de los acuerdos de Schengen ha complicado este año los trámites. Los menores saharauis viajaban hasta ahora con un pasaporte colectivo, ya que son ciudadanos y no tienen la nacionalidad argelina. Sin embargo, ahora cualquier persona tiene que entrar en la UE con pasaporte individual.
"De momento, nos han dado una solución, pero no sabemos si será permanente o sólo para este año", comenta Itziar Iturri, de la Unidad de Coordinación Sáhara de Euskal Fondoa. Esta asociación donostiarra coordina a los ayuntamientos en materia de cooperación internacional y son los consistorios los que gestionan la llegada de los niños y el contacto entre las familias de acogida.
La llegada al aeropuerto de Loiu suele suponer una odisea, en especial cuando viajan todos juntos en un avión, como ocurrió el año pasado. "Los llevamos a desayunar al frontón del pueblo y allí cada asociación los recoge para llevarlos a los pueblos con las familias", explica Iturri. El precio de los billetes de avión y los recortes presupuestarios municipales han ,motivado este año que el número de chicos de Tinduf acogidos haya bajado en unos treinta.
Los niños de Bielorrusia, Rusia y Ucrania llegarán del 17 de junio al 3 de septiembre. Como mínimo, suelen pasar 40 días en Euskadi. En total, Euskadi acogerá a 977 menores de estos tres países de la antigua URSS: 251 en Álava, 423 en Vizcaya y 303 en Guipúzcoa.
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