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Columna
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A callar

Carlos Boyero

Existe la popular y enfática manía en los medios de comunicación de declararse independientes y en perpetua vigilia para denunciar las tropelías del poder, esa cosita tan alérgica a su naturaleza pura. Tampoco hacen política. Solo la controlan denunciando la ancestral tendencia de esta a la corrupción, el abuso, las promesas incumplidas y la mentira. Y, por supuesto, describen de forma objetiva la realidad y bucean incansablemente en el fango para ofrecerle al público la sagrada verdad. Imagino que a veces se cumplen esos irrenunciables principios. Pocas. Pero suelen tener final feliz en las malas películas. Incluso en algunas buenas, como El cuarto poder y Todos los hombres del presidente.

Cuentan que el poder de Hearst, dueño de gran parte del periodismo norteamericano, poseía capacidad para que su país declarara una guerra. Pero es probable que el electorado se mosqueara si el rey de la opinión impresa hubiera pretendido gobernar desde la Casa Blanca. Por la importancia de guardar las apariencias, de no hacer ostentación de la desvergüenza. Berlusconi no tiene esos problemas de imagen y además la mayoría de sus paisanos le ríen la gracia de compaginar la jefatura del país con la posesión de la mayoría de las televisiones privadas y el control de la pública. También la imposición de esa "ley mordaza" para evitar que sus incontables chanchullos puedan ser constatados por la opinión pública a través de las aviesas informaciones de los despreciables disidentes. En nombre de la inviolable privacidad. Los policías y los fiscales de The wire, especializados en montar escuchas a la delincuencia y casi siempre frustrados, tendrían que cortarse las venas si se dedicaran a ese trabajo en Italia y pillaran a políticos haciendo bisnes con los mafiosos.

Esas mordazas no son privilegio exclusivo del golferío facha. Chávez, ese aspirante a Stalin, ese grotesco izquierdista al que también legitiman los votos, ha declarado en búsqueda y captura por el delito de conspiración al dueño de Globovisión, la cadena de televisión empeñada en criticar su revolucionaria política y su sagrada personalidad. Qué raro que vean la luz las imágenes del ejército judío disparando desde las lanchas a los tripulantes del Mavi Mármara. Otra calumniosa invención de la conjura antisemita, certificará Yahvé.

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