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OPINIÓN | PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
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No más decepciones

Soledad Gallego-Díaz

Todos hemos leído en días pasados amargas críticas de muchos políticos europeos y norteamericanos contra la manera de actuar del banco de inversiones Goldman Sachs, acusado de haber engañado a los inversores, obstruir investigaciones parlamentarias y maquillar las cuentas del Gobierno de Grecia, así como de apostar en los mercados contra productos financieros que estaba vendiendo, precisamente, a algunos de sus clientes. Incluso, en algunos países, se llegó a hablar de "suspender" a esta firma o de que los Gobiernos la vetaran, al menos mientras se dilucidan las investigaciones en marcha y se determina si existió legalmente fraude o no, algo que niegan vigorosamente sus principales ejecutivos.

El nuevo Gobierno británico ha pedido al polémico Goldman Sachs que le "coloque" una nueva emisión de bonos

Pues bien, en mitad de la polémica, el pasado 14 de mayo, el nuevo Gobierno británico, coalición de conservadores y liberales, pidió a Goldman Sachs que le "coloque" una nueva emisión de bonos a 40 años. Lo curioso es que, según informó Bloomberg en su día, el actual ministro del Tesoro, el conservador Mark Hoban, fue uno de quienes más protestó y exigió al entonces primer ministro Gordon Brown que explicara por qué seguía trabajando con Goldman Sachs, pese a ser una empresa "en bancarrota moral".

Es muy posible que, si se presta más atención al tema, descubramos que no es únicamente el nuevo Gobierno británico el que sigue recurriendo a este banco inversor, o a otros con prácticas similares, sino que las actividades de este tipo de grupos financieros van otra vez, en general, viento en popa, con todos, o con la mayoría, de esos mismos Gobiernos occidentales que tanto les denostaron.

Con datos como este, es fácil comprender el desconcierto y desánimo de los ciudadanos, colocados en un escenario que parece irreal, pero que empieza a tener consecuencias muy tangibles en sus vidas cotidianas. Parece claro, sin embargo, que solo con desánimo no se puede encarar el futuro. Por eso, quizá, habría que agradecer, e imitar, los esfuerzos de algunos grupos políticos y sociales, que son conscientes de esa tristeza común, pero que luchan todavía por abrir discusiones, por encontrar explicaciones y, lo que es igualmente importante, por presentar proyectos que combatan el abatimiento general.

Grupos de laboristas británicos, por ejemplo, recién salidos de su notable derrota electoral y constatado, sin muchas dudas, que la "tercera vía" no les ha servido realmente de gran cosa, intentan animar el panorama con un gran debate que se inició ayer, día 12, en Londres y en el que participan cerca de mil personas. Convocados por Compass, una web que se autoproclama "la izquierda democrática", y con el apoyo de medios de comunicación como New Statesman y The Guardian, los organizadores parten de una declaración en la que reconocen que el laborismo estaba "acabado" mucho antes de la victoria de los conservadores y liberales y en la que piden que se comprenda la escala real de la derrota experimentada por la izquierda. "Basta tener presente que, según un reciente sondeo del Financial Times, los ciudadanos británicos colocan al Partido Laborista en tercer lugar a la hora de defender o promover la justicia social".

Quizá el encuentro de Londres no sirva para nada y no salga ninguna idea sugerente. Es posible. Pero, por lo menos, ellos intentan hablar, discutir y se niegan a taparse los ojos repitiendo día y noche el mantra de que "no todo está tan mal". La realidad es que sí lo está, especialmente en Europa, en la Unión Europea, y que tenemos ante nosotros la posibilidad de que ese escenario empeore aún más para los ciudadanos, si llega a tambalearse realmente la existencia del euro. Una vez más: la UE necesita urgentemente un discurso común, personas capaces de hacer llegar a sus ciudadanos un mensaje movilizador. No queda tiempo para desperdiciar ni para provocar nuevas decepciones.

- solg@elpais.es

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