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Crónica:SUDÁFRICA 1 - MÉXICO 1 | SUDÁFRICA 2010 | El partido inaugural
Crónica
Texto informativo con interpretación

Vibra Sudáfrica, respira México

La selección anfitriona se recupera de su angustia inicial y se queda a un paso de una victoria truncada al final por el barcelonista Márquez - La efervescencia popular inunda Johanesburgo y se dispara en un estadio de fiesta mayor

José Sámano

"Es la hora de África", proclamó el presidente sudafricano, Jacob Zuma, a pie de campo instantes antes del bautizo mundialista. A su lado estaba Joseph Blatter, en realidad presidente de la FIFA, en su subconsciente, jefe de un estado redondo. Se comporta como tal y más en un país como Sudáfrica, donde se siente un mesías. Allí estaba, saludando con el brazo en alto junto a Zuma, y luego junto a Felipe Calderón, presidente mexicano. Pero el fútbol, mal que le pese a algunos que se ven jerarcas a su costa, no tiene dueño. La pelota rueda en la calle, no en palacio. Por eso Johanesburgo era el epicentro de la efervescencia de toda una nación volcada ante el mayor escaparate de su historia. Desde primera hora, la capital era un trueno permanente. Las calles, una cabalgata incesante en medio de un tráfico caótico, de una colmena de coches, camionetas o algo parecido. Hasta el aire parecía amarillo verdoso. Caretas, pelucas, banderitas y las inefables vuvuzelas que incomunican por completo y revientan o inmunizan los tímpanos, quién sabe.

El equipo de Parreira tiene músculo y mucha fibra, pero le falta talento
Los de Aguirre fueron incapaces de imponer la mayor graduación de sus jugadores
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En medio del jolgorio, llegó la hora del balón, donde la pirotecnia es otra. Y Sudáfrica resistió ante México tras pasar por todos los estados de ánimo: se vio tan perdida como ganadora. Para la selección azteca resultó una tarde decepcionante, incapaz de imponer la mayor graduación de sus jugadores, la mayoría cuajados en Europa, donde prevalece el gotha de este deporte.

No es fácil para ningún anfitrión cargar en la mochila con ilusión de todo un pueblo. Menos para una selección como la sudafricana, una telonera, con solo dos Mundiales en su currículo, una Liga doméstica sin pedigrí y apenas media docena de futbolistas alineados en la vieja Europa. Y la mayoría en clubes de fogueo. Esto es fútbol, no rugby, y nadie espera en Sudáfrica que los bafana bafana lleguen al altar de los springboks de 1995, cuando de la mano de Nelson Mandela se proclamaron campeones del mundo en Johanesburgo ante el frenesí de los blancos y la complicidad mandelina de los negros. Pero el arrastre popular de los jugadores de Carlos Alberto Parreira es aún mayor. Una losa, como se advirtió en el primer tramo.

De entrada, México gobernó el juego con extraordinaria suficiencia. Con un sistema muy abierto, un 3-4-3, se adueñó de la escena ante el agonismo local. Sudáfrica se acurrucaba junto su portero, como si hubiera interiorizado su inferioridad de antemano. El barcelonista Márquez ejercía de mariscal para dar salida al juego, siempre a la búsqueda de su ex compañero en el Barça Giovani o de Carlos Vela, dos promesas: una a punto de descarrilarse en Turquía tras sus erróneas cavilaciones en Barcelona y otra a la que desde hace tiempo espera Arsène Wenger en el Arsenal. Sin apenas oposición, México dispuso de media docena de ocasiones de gol. Por fuera, no había antídoto africano para Giovani o Vela; por dentro, El Guille Franco sostenía a los centrales y en cada jugada aérea no había techo para los de Javier Aguirre. Solo el infortunio dejó seca a la selección tricolor, contrariada por lo visto. Nada que ver con lo sucedido tras pasar los jugadores locales por el diván, allá en el descanso.

Extirpada esa incómoda bicha que anuda a los anfitriones novatos, Sudáfrica reapareció con mayor determinación. De repente irrumpió ese equipo vitalista y atlético que se esperaba. Le falta talento y esa sabiduría barrial que permite a tantos extraer crudo de muchas situaciones, pero es un equipo con músculo y mucha fibra. En cuanto se quitó la tenaza ambiental explotó su mejor veta, la velocidad de jugadores como Tshabalala. Este le tomó la matrícula a Rodríguez, uno de los tres centrales mexicanos, y se plantó ante Óscar Pérez, al que fusiló sin miramientos con remate angulado desde la vía izquierda del ataque. Entonces, las vuvuzelas parecieron los cañones de Navarone.

El equipo visitante se vio ante un precipicio imprevisto, y frente a un adversario enaltecido. Padeció entonces, al igual que al principio, la que puede ser la indigesta constante de este campeonato: el balón. Para quien en este Mundial desee dirigir el juego o precise un arrebato se comprobó ayer que el Jabulani no será su mejor aliado, no será la mejor receta para el buen fútbol. En el partido inaugural se multiplicaron todas las sospechas. Esta pelota no bota, brinca. Cuando México, ensanchada por sus extremos, quería ejecutar cualquier cambio de orientación, el recibidor no tenía otro remedio que abanicar de primeras el balón. Si bota antes, burla a cualquiera.

A la vista del marcador, Aguirre envidó con Cuauhtémoc Blanco, un dinosaurio, y El Chicharito Hernández, un aprendiz. No le quedaba otra alternativa que empujar, por más que Sudáfrica, ya sí, intentara ser una amenaza en cada posesión, no el equipo arrítmico del primer acto. Al borde del colapso, Márquez cazó una pelota en área africana, un sencillo centro de Guardado pésimamente defendido por los zagueros de Parreira. Una cruz para Sudáfrica, que en el vaivén alocado del encuentro a punto estuvo de la victoria en un remate de Mphela al poste izquierdo de Pérez. Con el partido cuesta arriba y cuesta abajo se cerró el telón.

En Sudáfrica, la fiesta continúa. En México, el alivio final será un pequeño consuelo. Y el balón, quizá la burla de todos.

Tshabalala celebra el gol de Sudáfrica, el primero del Mundial.
Tshabalala celebra el gol de Sudáfrica, el primero del Mundial.REUTERS

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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