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Columna
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Pacto de austeridad

Las reformas deben hacerse en tiempos de bonanza, pero siempre se acaban haciendo en momentos de crisis. Únicamente cuando no se dispone de otra alternativa se hace lo que se debería de haber hecho como una auténtica opción propia, cuando se disponía de margen para ello. Le ha pasado de manera muy obvia al Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, pero le está pasando a prácticamente todos los demás países de la Unión Europea, estén o no en el euro, y le está empezando o le va a empezar a pasar de manera inminente a Estados Unidos, como anunció el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, quien calificó ayer de "insostenible" la deuda pública del país.

Tenemos por delante un periodo en el que simultáneamente los Estados van a tener que reducir los gastos y van a tener que aumentar los ingresos. Menos prestaciones y más impuestos. Sea cual sea el color político del partido o de la coalición de partidos que esté en el poder, es lo que va a ocurrir de forma inevitable. Y ello va a suponer un incumplimiento del programa electoral con el que se concurrió a las elecciones. En España se ha producido, pero también en Alemania, en la que se prometió una bajada inmediata de impuestos y se pasó a una paralización temporal de dicha bajada, para ir camino de una subida.

De nada sirve que nos lamentemos por el tiempo perdido. Lo importante es que no lo sigamos perdiendo. La intensidad de la crisis está ayudando. Hace poco más de un mes, la Unión Europea reaccionó con una lentitud exasperante frente al riesgo que suponía la insolvencia de Grecia y desde entonces, con muchas dificultades y dudas, está adoptando decisiones de manera casi permanente de un alcance muy superior a las que tanto trabajo le costó adoptar en ese momento. El fondo de 750.000 millones de euros, la propuesta de que los presupuestos de los Estados sean analizados previamente por la Comisión Europea, la reclamación de la prohibición de ventas al descubierto a corto plazo en la Unión Europea como paso previo para una reforma financiera. Todas estas manifestaciones de gobernanza europea hubieran sido inimaginables hace solo un par de meses. Y aquí están. Y, previsiblemente, vendrán más. La reunión del Consejo Europeo prevista para el 17 de junio puede ser decisiva, como ha señalado el secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido.

Si hasta el momento las reacciones se han producido en los dos niveles superiores de nuestra fórmula de gobierno, ahora le ha llegado el momento a los inferiores. El programa de recorte de gastos y de aumento de ingresos también tiene que llegar a estos escalones. En los Parlamentos de Andalucía y Extremadura dicho programa se ha presentado de forma solemne esta semana, de la misma manera que se había hecho ya en el Parlamento de Cataluña. Es de esperar que algo similar se produzca en todas las demás comunidades autónomas así como en las Diputaciones provinciales y municipios.

El problema es de tal magnitud que va a resultar imprescindible una suerte de pacto de austeridad entre todas las administraciones públicas, a fin de corregir la trayectoria en gastos e ingresos de estos últimos 15 años. Hace un par de meses, se alcanzó un pacto de austeridad en el ámbito de la sanidad entre el ministerio y las consejerías de todas las comunidades autónomas. Algo parecido va a tener que hacerse con carácter general hasta que se haya salido de la situación de emergencia en que nos encontramos. El hecho de que las comunidades autónomas y municipios tengan gobiernos de diferente color debería contribuir a que dicho pacto fuera posible, pues, en última instancia, los problemas con los que tienen que enfrentarse los gobiernos autonómicos y municipales son parecidos cuando no los mismos.

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